Imagen del interior de uno de los grandes buques ganaderos

TW
4

Las tres vacas muertas aparecidas en poco más de 24 horas en la costa de Sant Lluís han puesto de manifiesto la problemática asociada al transporte marítimo de animales vivos. El crotal –el DNI del ganado– de uno de ellos revela su procedencia, Uruguay, uno de los tres países de Latinoamérica autorizados para la exportación de ganado en pie en embarcaciones. Existen dos hipótesis, la primera es que los animales se hubieran caído al mar accidentalmente. La segunda es que una vez muertas, las vacas fueran arrojadas por la borda, una práctica que en el Mar Mediterráneo está totalmente prohibida.

Según las normas conveniadas de la Organización Marítima Internacional (OMI), el Mediterráneo está considerada una zona especial, por lo que la práctica de arrojar animales muertos, que sí está permitida en otras aguas siempre que sea a la mayor distancia de la costa y que se tomen medidas para que se hundan rápidamente, es ilegal. Fuentes del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil explicaron ayer a este diario que no abrirán una investigación para esclarecer lo ocurrido al entender que el caso, teniendo en cuenta la procedencia de los animales, no tendría ningún recorrido.

Noticias relacionadas

El misterio no será resuelto, pero mueve a la reflexión sobre el comercio internacional de animales vivos, en el que España también participa, con dos puertos autorizados para la exportación, Tarragona y Cartagena. Este último, sobre todo gracias a la demanda de países musulmanes, es la principal salida de animales de Europa y solo el año pasado embarcó casi 48.000 cabezas de ganado.

Las cifras de grandes países exportadores de animales por vía marítima, como Uruguay, son mucho más llamativas. En 2018 Uruguay exportó casi 420.000 terneros, con los países del Oriente Próximo, como Turquía, Líbano, Jordania o Irak –donde reclaman animales vivos para sacrificarlos al modo que marcan los rituales religiosos– como principales destinatarios, lo que coloca a Menorca en las cercanías de las rutas de estos grandes barcos que pueden alcanzar una capacidad de transporte de 18.000 vacas y que tardan semanas en cubrir el trayecto.

Son muchas las entidades animalistas que han denunciado las condiciones de espacio, confort y salubridad en las que viajan los animales. En la Unión Europea existen estrictas normas para el control de calidad de estos viajes, el problema es que el tráfico internacional se descontrola con la variedad de normativas de cada país y por las dificultades que existen de supervisar los buques en aguas internacionales.