Este profesional de la decoración y el interiorismo, formado asimismo en arte y antigüedades y que en la actualidad tiene en marcha 25 proyectos en distintas ciudades y países (París, Valencia, Barcelona, Madrid, Saint-Jean-de-Luz, Eivissa, Paraguay, República Dominicana) acaba de terminar uno muy personal: la rehabilitación y decoración de la vivienda que ha comprado en la calle Isabel II de Maó, en pleno corazón de la ciudad. Aunque las obras están por iniciar, confía en estrenar su nueva residencia en el verano de 2019. «Es una calle maravillosa, llena de casonas, me encantó esa arquitectura de patio interior, cuando la vi me gustó porque era una casa urbana menorquina y se encontraba en un estado muy puro», explica en una entrevista telefónica a este diario. El famoso decorador es de trato cercano, pese a que su trayectoria profesional abruma.
Entre los trabajos y espacios con el sello de Lorenzo Castillo se incluye el diseño de tiendas como las de Loewe; la decoración del recorrido de la boda de Felipe VI desde la Catedral de la Almudena hasta el Palacio Real por el Paseo del Prado, Cibeles, Neptuno y Atocha; obras históricas y patrimoniales como la reforma de una casa-palacio del siglo XVI en el barrio de Santa Cruz de Sevilla; residencias para la familia real de Jordania; varios hoteles de la cadena Room Mate y el mítico Santo Mauro en Madrid, hoy AC Marriott; le sigue un largo etcétera, incluida su vivienda, tienda de antigüedades y estudio en la capital –un antiguo convento del siglo XVII en el barrio de Las Cortes–, y sus residencias en Asturias (una casona histórica en Ribadesella que había sido de la marquesa de Argüelles) y el Valle de Lozoya, este último su refugio en plena Sierra de Guadarrama. Mantenerse en el top del interiorismo incluye además la creación de colecciones de papeles y telas para la firma Gastón y Daniela y de alfombras para The Rug Company.
Sobre sus planes en Menorca afirma «es la primera vez que compro en Menorca, he venido con la necesidad de Mediterráneo y me gustó esa mezcla de estilos». En cierto modo la Isla le recuerda a algunos puntos de la Riviera italiana, como Portofino, combinada con los elementos ingleses y la cultura española «con su influencia árabe y romana».
Conservar la esencia
Castillo tiene una idea clara sobre lo que quiere hacer en su nueva residencia de Maó. «Quiero que sea una obra que no se parezca a nada de lo que he hecho, respetar la artesanía de la casa, no tocar nada, ni siquiera la distribución, incluso quiero dejar los baños donde estaban, es un ejercicio de estilo», explica.
Para el interiorista «es una barbaridad que solo se considere patrimonio protegido la fachada de los edificios y no su interior, que es en sí un valor». Castillo no puede cuantificar la inversión que va a realizar en su proyecto. «Es imposible cuantificar gastos, aunque espero no arruinarme», bromea. Su objetivo es «que sea un ejemplo de obra bien hecha». La vivienda una vez restaurada será una de sus residencias personales. «Es para mí, yo no compro para hacer negocio, para explotar mis casas porque meto arte y antigüedades, aquí también quiero poner piezas de mobiliario originales de la época en que se construyó».
7 comentarios
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Y quién es ese?
Las ventanas de guillotina deberían de estar protegidas, es fácil poner un doble cristal en el interior para aislar. Estoy convencido que este señor lo ha pensado ya.
Lo bonito y original hay que conservarlo
¡Qué bien!. Un señor con buenas ideas acerca del patrimonio arquitectónico. Hace poco se decía en este diario que en la finca de "Santa Ponça" (Alaior), un grupo hotelero iba a convertir el magnífico aljibe en una especie de gimnasio.....o algo así. Ese huerto jardín con todo el sistema de recogida y almacenamiento de agua merece mucho más respeto, creo yo. O por lo menos que quede documentación sobre él. Todas esas magníficas casas de campo que están sufriendo transformaciones deberían tener obligación de dejar documentada su etapa anterior....
Té raó amb la manca de protecció. Als pobles francesos no hi ha blocs de pisos, i no es veu ni una finestrra d’alumini, tot és de fusta i els pobles son preciosos.
Pero tiene el B-2 de catalán o no??? Porque si no lo tiene no lo queremos en la isla (modo sarcasmo).
Es una llàstima que tothom no pensi igual que senyor. Lo que s'arriba ha destruir, amb s'arquitectura tant polida que tenim i cada vegada en queda manco.