Marilyn Shaw - Javier

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Me llamo Marilyn Shaw, soy de Yorkshire y desde 2007 he viajado a India, como voluntaria del Rotary Club de Menorca, para ayudar en la vacunación infantil contra la poliomielitis. Los voluntarios nos sufragamos los gastos del viaje y suministramos la vacuna a los niños. Es nuestra donación.

¿Por qué emprendió esta batalla contra la poliomielitis infantil en India?

Sólo porque pienso que tengo mucha suerte y si puedo ayudar a los demás, debo hacerlo. Ahora además tengo tiempo, cuando vivía en Inglaterra no podía, trabajaba siete días a la semana. Siempre se puede donar dinero para diversas causas, pero yo quería hacer algo por mi misma.

¿Tuvo miedo de cómo iba a reaccionar al mirar la enfermedad y la pobreza cara a cara?

Sí, no sabía cómo iría. Es duro, la verdad, visitar los orfanatos o zonas muy degradadas, ver a bebés con polio o abandonados. Me daba miedo ser demasiado emocional, pero los niños no te dejan sentirte mal. Son fantásticos, tan felices sin apenas tener nada, te rodean y... bueno, yo estoy allí para ayudar a que no contraigan la polio y erradicarla. Recomendaría a todo el mundo esta experiencia, porque los niños devuelven cien veces más de lo que les das.

¿Las campañas de vacunación han logrado frenar su avance?

Sí, en 1998 se registraron 1.735 casos mientras que en 2010 fueron 18. De hecho este será, probablemente, el último año que vaya a India. Me gustaría seguir este trabajo de voluntaria en África.

Rotary organiza este proyecto en todo el mundo, ¿recibe ayudas?

Tenemos donaciones del propio club, de particulares y empresas, como Coca-Cola, que nos ayuda en la conservación de las vacunas, que deben viajar refrigeradas desde Estados Unidos hasta los distintos países. El mayor apoyo es de la Fundación Bill Gates, que en 2012 aportará un billón de dólares. Una vez las vacunas llegan a India, las autoridades locales, sanitarias e incluso el ejército, nos ayudan a distribuirlas.

¿Cómo es el día a día, en las calles de Delhi, de los voluntarios?

Lo primero que hacemos es reunirnos con los médicos, organizar la campaña. Hacemos grupos y durante tres días damos la vacuna a los niños; después, nos dedicamos durante otros cuatro días a recorrer orfanatos y refugios. La vacuna se suministra en gotas, así que convencemos a los niños con juguetes que recogemos de las donaciones. La mayoría de los niños vienen solos, y traen a sus hermanos pequeños.

¿Realizan un seguimiento de estos niños en años posteriores?

Sí, es importante, porque si sólo toman la primera dosis no contraen la enfermedad, pero son portadores y pueden contagiarla. Así que hay que hacer controles, aunque resulta difícil.

¿Ha notado algún cambio en el país en estos años?

Hay más trabajadores sociales y médicos locales que se implican en el proyecto y, especialmente las mujeres, participan cada vez más activamente.