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La Hora del Planeta, por la cual todos estábamos invitados a prescindir durante sesenta minutos de la electricidad (de 20.30 a 21.30 horas) para promover el ahorro de energía, se saldó con un seguimiento simbólico por parte de algunos consistorios, como Maó y Ciutadella, y lo que cada uno pudiera realizar en casa. La vida cotidiana de las ciudades no se vio en absoluto alterada.

En el caso de Maó, en una oscura Plaça Bastió destacaba, aún más si cabe, la luz del único bar que allí estaba abierto. No era el único. Casi todos los bares mantuvieron su actividad, como los bloques de pisos o grupos de viviendas, que mantenían abiertos los ojos que representan las ventanas iluminadas en plena noche. Escaparates, el polideportivo, los grandes focos de la pista de atletismo, las farolas de la zona más externa de la ciudad, todos estaban perfectamente iluminados sobre las 21 horas. Todo lo que se escapaba del casco antiguo de Maó mantenía un flujo de electricidad más o menos habitual, según se podía percibir con un simple paseo. En Ciutadella, más o menos lo mismo.