En un día laboral, al final ya de la semana, cuando se atisba ya la hora de planchar la oreja, pasarse una hora y media escuchando a un tipo hablando de sus cosas y haciendo el ganso puede ser motivo de somnolencia grave. Pero si el sujeto en cuestión es el polifacético humorista manchego Joaquín Reyes el bostezo se esconde como la luna al amanecer para dar paso al sol de la risa incontenible. Y el tiempo vuela. La aparición en carne y hueso (viernes, Teatre Principal de Maó, llena la platea, muy buen aspecto en los palcos) del televisivo y cibernético cómico fue un vendaval de ingenio, interpretación y referencias a su trayectoria en distintos programas, como guiños para sus más fieles seguidores.
Como buen monologuista, Reyes buscó la complicidad con los asistentes con continuas referencias a la infancia (el mural de lentejas y macarrones, el spectrum, el Trivial Pursuit, las reprimendas universales de las maestras, las premuras de última hora ante un examen…) y la vida cotidiana (el quebradero de cabeza que supone un mando a distancia que no funciona, la "cansinez" de las madres, los spa, las piscinas…). Pero el creador de "La hora chanante" y "Muchachada nuí" tiene muchas más armas que los comentarios chistosos. En primer lugar, utiliza el lenguaje de una forma muy propia, irreal, con palabras arcaicas, en desuso, rurales, rebuscadas, algunas incluso inventadas (viejoven, por ejemplo, que atribuyó a la cantante Amaya Montero), un sello de identidad de todas sus producciones. En segunda, se apoya mucho en la gestualidad, los movimientos sobre el escenario, para dar énfasis a sus socarrones comentarios (antológica la escenificación de los bailes en las bodas). Y tercero, los sonidos, con imitaciones constantes, entre las que destacó la de los ritmos (samba 1, samba 2, rock 1, rock 2…) del ya en desuso "casiotone".
El humor de Reyes, como dice él mismo en la introducción, combina lo fino con lo gordo, los detalles sutiles y las punzantes críticas con las bromas escatológicas o de contenido picantón que, por mucho que evolucione la sociedad y el personal se las dé de pulcro y cultivado, siempre dan resultado. Sin cortarse un pelo, porque como reconoció a medio espectáculo "no tengo filtro". Dijo Reyes que era especial, pero cuando lo argumentó el público se dio cuenta de que no lo es tanto, de que lo que explicó el monologuista nos ha pasado a todos, o a casi todos. Como cruzar un paso de peatones intentando pisar sólo las líneas blancas o enviar al hermano pequeño a cambiar el canal cuando no había mando.
Todo en su conjunto resultó una noche altamente entretenida y disparatada, con un inicio demoledor "¿Qué problema hay en el cambio climático? ¿Que se va a acabar el mundo?
Bueno, pero hará buen día", que puso en marcha los motores de las carcajadas que no dejaron de escucharse entre las butacas durante la práctica totalidad del espectáculo. Alguno dirá que sólo le faltó cantar. Pues no, cantó. Imitó al muy imitable Joaquín Sabina y cerró su primera aparición por Menorca con un clásico tema de la factoría "chanate", una canción cantada medio en catalán medio en castellano en la que se reclama la recuperación en el uso del insulto por el que a uno se le atribuyen la condición de descendiente de una profesional concreta.
Lo dicho, que no hubo filtro.
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