Un inventario de relatos, historias, realidades ocurridas a lo largo de ocho años. Cientos de perplejidades históricas tanto para el autor como para el lector. Todo ello, bañado con unos textos hilarantes, cautivados bajo la sombra de la ironía y el humor. Pedro J. Bosch vuelve a las trincheras empuñando como mejor arma la interpretación de aquellos acontecimientos que ocurrieron entre 2001 y 2009.
Esta tarde a las 20 horas el médico-oftalmólogo y escritor presenta su tercer libro de relatos y ensayos "Inventario de perplejidades". Será el periodista, catedrático de Periodismo y prologuista de la publicación, Juan Cantavella, quien se encargue de dar a conocer a la sociedad el nuevo trabajo.
Un libro con un título sugerente. ¿Por qué "Inventario de perplejidades"?
Porque mi visión del mundo es de una perplejidad continua basada en la duda, en no tener una visión cerrada del mundo sino abierta a una curiosidad que es la que me hace escribir. Las reflexiones dejan las cosas abiertas, no categorizan ni dogmatizan nada. Como dice el subtítulo, es una crónica de ocho años de acontecimientos que no cambiaron el mundo -sí lo hizo la Revolución Rusa como dice el libro de John Reed "Siete días que cambiaron el mundo"-, pero que sí que lo encabronaron, a la mitad, con la guerra de Iraq.
¿Qué tipo de reacciones pretende conseguir entre el público lector?
Quiero fomentar la curiosidad y que se cuestionen posturas que a veces son obstinadas y que en algunos casos no tienen base para serlo tanto, porque la duda es posible. Entre el blanco y el negro hay matices, unos grises por los que debemos batallar. Cada vez la gente está más atrincherada en sus opiniones y lo que propongo es salir de estas trincheras.
Dice que es un recorrido a lo largo de ocho años de historia que no cambiaron el mundo pero que tampoco dejaron indiferente a nadie. ¿Por qué?
Lo dejan más crispado de lo que sería saludable. El libro está entre el ensayo y la novela, es un relato novelado, porque tiene una unidad que es lo que me animó a seleccionarlo y unirlo. Comienza en la resaca del 11 de septiembre americano que trastornó el mito de la seguridad que se había adquirido después de la caída del muro de Berlín y comprobamos que estamos en un mundo inseguro. Viene una reacción airada y desproporcionada con la invasión de Iraq.
Luego, euforia económica que hace que nos olvidemos de todo lo de Iraq para seguir con la burbuja del bienestar económico hasta que estalla la crisis económica.
Comienza día 11 de septiembre en Nueva York y finaliza con la crisis económica, alfa y omega para abrir y cerrar un ciclo más bien encapotado de la historia. ¿Qué reflexión se puede hacer de esta secuencia de hechos?
Que hay que salir de las trincheras ideológicas, de los dogmatismos y que Fukuyama tenía razón en cuanto a que hay un consenso casi universal sobre que la democracia parlamentaria y la economía de mercado son indispensables. Esta economía de mercado no puede ser salvaje y la democracia parlamentaria está demasiado mediatizada por los poderes mediáticos. Se convierte demasiadas veces en espectáculo así como que la cultura se confunde con el entretenimiento. Hay que favorecer la reflexión sobre el eslogan. La batalla es hacer eslóganes políticos, se lanzan a la cara eslóganes de una trinchera a otra y creo que hay que abogar por la reflexión a través de un periodismo de calidad.
El documento se divide en varias partes. ¿Qué nos puede avanzar de cada una de ellas?
La parte fundamental es la del dietario. No es un dietario solamente político sino que es más sentimental, de aspectos muy personales. Los periódicos son caducos, están fechados pero pienso que no todos los artículos son necesariamente caducos. Se pueden filtrar, de ahí el interés de reunirlos en un libro. Después hay la parte de los viajes. Primero fui turista y luego viajero. Me he convertido en un diseñador de viajes, de trayectos. Parte de ellos salen en el libro, lejos de las rutas turísticas y en los que descubro matices que no se han descubierto de otra forma. Mi gran sueño incumplido es que me contrataran en alguna revista de viajes. Que me fuera a algunos países e hiciéramos las crónicas de viajes. Me apasionaría. También está la parte de "Píldoras para aliviar la depresión" que son reflexiones, artículos clásicos, no tan novedosos o personales como el dietario. Lo máximo a lo que puede aspirar un articulista es a tener su propio estilo y yo aspiro a tenerlo o al menos que se reconozca que lo tengo. Un articulista previsible aburre.
¿La ironía y humor que definen su estilo son los ingredientes básicos del éxito de sus escritos?
Estoy convencido que lo que define el estilo de un articulista es el humor, que es la auténtica poesía del artículo. Difícilmente aguantaré un artículo largo, sin humor, sin puntos y apartes. Un monobloque me aburre de entrada.
¿Hay algún artículo del dietario al que le tenga especial cariño?
Tengo un cariño especial a la noche que la perra de casa parió. Se dio cuenta que un cachorro se moría y continuamente me lo subía a la cama para que lo ayudara. Fue en enero de 2007. Y también a una reflexión sobre la evolución de la familia, de la tan traída y llevada evolución de los valores familiares, analizo las causas de por qué ha cambiado. Hago un análisis que creo que es adecuado.
¿Con qué nos sorprenderá después de este relato de perplejidades?
Tengo una novela acabada y aprobada por una editorial de fuera pero estamos aún a la espera. Es una especie de homenaje a Woody Allen. Es el intento baldío de un neurótico, como él, que intenta vivir en una burbuja de seguridad, es un periodista deportivo que quiere estar cerrado en su mundo cibernético y vivir sin problemas al haber sufrido una infancia conflictiva. Un día sale de su casa, pide un café con coñac y empiezan a sucederle cosas. Pretendo hablar de la imposibilidad de aislarnos del mundo.
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