Noche de fusión. El recital de poesía estuvo acompañado por el ritmo de las guitarras de Curro González y Andreu Menorca, que a su vez guiaron los trazos de la pintura en directo de Enric Servera, cuyo proceso se proyectó en una pantalla gigante | Sergi Garcia

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Cumplida la docena de años de existencia, el festival Illanvers no deja de sorprender. Un efecto que persiguen sus organizadores y que se ha vuelto a conseguir este año por partida doble, el viernes en el patio de Can Saura, nuevo espacio recuperado para la cultura en Ciutadella, y este sábado en el Pati de sa Lluna de Alaior. Y es que Illanvers ya es mucho más que poesía después de que el evento siga la estela iniciada el año pasado, en la que otras artes, como la música y la pintura, también juegan un papel importante.

El festival ha vuelto a ser esta edición la suma de muchas aportaciones. Los versos corrieron de la mano de cuatro poetas menorquines, Aina Ferrer, Joel Bagur, Guillem Benejam y Llucia Palliser, voces familiares a las que se sumaron tres invitados de honor procedentes de Catalunya y Mallorca, Anna Gual Adelina Gómez y Jaume Pons Alorda. Todos ellos deleitaron al público (cerca de 200 personas) que visitó el evento programado dentro de los actos de la Diada d'Estiu de Cultura de Ciutadella con unos textos que giraron sobre una temática común propuesta por la organización, el exilio; con algunos poemas rescatados de su obra anterior, mientras que otros fueron compuestos para una ocasión tan especial.

El ritmo poético sirvió como guía para que otra de las partes artísticas de la velada entrara en juego, la pintura. Durante la hora y media que se prolongó el evento, el menorquín Enric Servera se centró en plasmar sobre una tela su particular percepción del exilio. Lo que comenzó con unos movimientos armónicos y naturales de su cuerpo para dibujar los trazos dio paso a los colores ocre y azul en representación del mar y la tierra. Un punto tras el que un cataclismo hizo aparecer los bruscos tonos rojos que condujeron hacia la representación de un viaje en que los peces y los barcos tomaron el protagonismo. Fue a partir de ese momento cuando Servera, enrollándose en su propio lienzo, se convirtió en parte de su obra, antes de que todo regresara al blanco y la armonía de los comienzos para cerrar el ciclo.

Una creación que también contó con el impulso musical que completó la noche de fusión con las melodías de las guitarras de Curro González y Andreu Menorca que interpretaron una docena de piezas compuestas para la ocasión.

El colofón llegó de la mano y la voz de Manel Soldevila con el recital de versos del poeta Josep Palau i Fabra, figura a quien se quiso homenajear en Illanvers con motivo de la celebración en 2017 del centenario de su nacimiento.