Cristianos y musulmanes, todos a una. Los egipcios dejan atrás las diferencias religiosas y hacen frente común en la oposición al régimen de Hosni Mubarak. Casi dos semanas de revuelta. Viernes 4. Se manifiestan juntos en la plaza de Tahrir, es el Día de la Salida. Desde la lejanía que sólo nos acerca la frecuencia de la pequeña pantalla, acudimos impasibles –como en otras tantas sublevaciones– al campo de batalla. Me quedo con la reflexión de una compañera de Facebook: "Existeix l'ONU o ho he somiat". Su muro echa chispas, pero no el de la mayoría. Las redes sociales deberían estar minadas de solidaridad y compromiso, pero lo distante no atrae nuestra mirada.
Ultraje a Tutankamón
Si la voz de Occidente poco lamenta la violación de los derechos civiles de otros, menos importan los de quienes ya perecieron. Varios objetos de la tumba de Tutankamón resultan dañados en un ataque al Museo Egipcio de El Cairo. El País informa cómo una de las vitrinas donde yace el famoso mausoleo fue abierta y su interior destrozado. Los saqueadores se ceban sin miramientos con estatuillas, modelos de embarcaciones, vasos canopos..., y sólo los especialistas se llevan las manos a la cabeza. La misma que, de levantarse, quisiera cortarse el arqueólogo y egiptólogo inglés Howard Carter (famoso por descubrir en 1922 el panteón del rey). ¡Qué no diría de haber alcanzado el pillaje las joyas del faraón!
El reportero Jacinto Antón resumen bien el asalto: "Ser momia nunca ha sido un chollo en Egipto (...) En 24 horas hemos retrocedido al tiempo de los bárbaros y las invasiones".
Sin internet y sin libertad
El retorno al pasado no es sólo para los difuntos. En enero las principales operadoras de Red dejaron a Egipto sin internet. La incomunicación afecta por ende a Facebook y Twitter, utilizados por los opositores al régimen para ejercer su libertad de expresión. Cuán importante son las nuevas tecnologías y el ingenio de las compañías como Google, que dispuso de tres teléfonos internacionales para que los egipcios pudieran seguir tuiteando.
Cuánta modernidad y cuánta más hipocresía política.
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