Ciutadella: el puerto, con el ayuntamiento en lo alto | Josep Bagur Gomila

El origen de Ciutadella se remonta a la más lejana antigüedad. Iammona, Jamma o Medina Manûrqa son algunos de los nombres que las culturas antiguas dieron a la ciudad. Fue en 1287 cuando con la conquista cristiana, la población se convirtió en Ciutadella de Menorca. Fue el centro administrativo de la Isla hasta la dominación británica y sigue siendo en la actualidad la sede episcopal.

La ciudad antigua se articula en torno a la Catedral, templo de estilo gótico catalán. Sus calles estrechas y adoquinadas nos transportan a otra época, con Ses Voltes y el céntrico eje peatonal como paradigma de la ciudad histórica. El corazón de la ciudad está poblado de casas señoriales, edificios de bello corte arquitectónico que nos recuerdan el esplendor de la nobleza. Uno de los espacios más representativos de la ciudad es la Plaça des Born, con el obelisco central levantado en memoria de los que lucharon para defender la ciudad durante el ataque de los turcos en 1558. En la misma plaza se encuentra la Casa Consistorial, que domina también el puerto sobre los restos de la antigua muralla.

La ciudad quedó estancada dentro el recinto amurallado hasta que en 1873 empezó su demolición que facilitó el ensanche urbanístico. El resurgimiento económico llegó en el siglo XIX y XX con el impulso de la industria zapatera, que junto a la actividad agrícola han enriquecido la ciudad. Hoy día, Ciutadella es una ciudad turística abierta al mundo, con la esencia del pasado. La construcción del puerto exterior de Son Blanc ha hecho que Ciutadella lidere en la Isla la llegada de pasajeros y mercancías por vía marítima por su proximidad con Mallorca y Barcelona, mientras que el puerto antiguo mantiene su esencia pesquera y marinera, con amplia oferta gastronómica y de ocio nocturno.

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El incremento del poder naval de los turcos y berberiscos en el Mediterráneo fue la causa principal de dos desastrosos siglos, el XVI y XVII, en Menorca. Un factor que también influyó de forma notable en la decadencia de la zona mediterránea, que a raíz de las grandes conquistas de América quedó relegada a un plano de interés mucho menor del que había gozado con anterioridad. Pero a principios del siglo XVIII, Ciutadella empezaba ya a dar notables muestras de recuperación frente a la devastación perpetrada por la armada turca. La reconstrucción comenzó a coger impulso favorecida por los donativos de caballeros a quienes, a cambio, se les concedían títulos nobiliarios.

Así empezó a forjarse el señorío de una ciudad, que todavía hoy luce con esplendor, gracias a una arquitectura que es sin duda una de las señas de identidad menorquinas. Un recorrido por las entrañas del casco antiguo servirá para encontrarse con un buen número de casas señoriales, edificios de bello corte arquitectónico que recuerdan el esplendor de la nobleza y que beben tanto del estilo local como de la herencia dejada por británicos.

La visita a Can Salort en la Plaça del Born o Can Olivar, frente a la Catedral, son dos buenas oportunidades para sumergirse en ambientes que rememoran tiempos pasados. En la ciudad se pueden encontrar diferentes joyas arquitectónicas que fusionan estilos para conseguir una personalidad propia. La mayoría de las casas señoriales presentan un amplio vestíbulo de entrada, a veces con elegantes escaleras, y jardines interiores.

El puerto: la vida al borde del mar

El de Ciutadella es uno de los puertos históricos de Balears. Se conoce tráfico en él ya en la Edad Media, cuando la ciudad era la capital de la Isla en tiempos de la Corona de Aragón, pero las estructuras portuarias no adquirieron cierta entidad hasta mediados del siglo XIX. La ensenada, inicialmente    dedicada al tráfico comercial y pesquero, ha experimentado durante las últimas décadas un intenso aumento de las embarcaciones de recreo para convertirse en uno de los principales centros de actividad de la ciudad.

Es por ello que una visita a Ciutadella no sería completa sin llegar hasta su puerto, cuyo encanto se puede disfrutar desde el mirador de la Plaça des Born. A pie de mar se encuentra una gran oferta de restauración y también de servicios náuticos. Y si uno se dirige tierra adentro, en Es Pla, se topará con la mayor propuesta de ocio nocturno de la ciudad. Si, en cambio, se pone rumbo hacia la costa, siguiendo el paseo marítimo, llegará hasta la bocana del puerto, presidida por el Castell de Sant Nicolau.

En 2011 se eliminó el tráfico comercial y de mercancías con la inauguración de un dique en la bahía en el que actualmente operan las grandes navieras. Así, el puerto queda reservado para las embarcaciones de recreo, deportivas y de pesca. En sus muelles conviven también las barcas más tradicionales, como los dos llauts amarrados en la Caseta de Comandacia, ejemplos del arte de la navegación clásica, la vela latina, considerada desde este año como Bien de Interés Cultural Inmaterial de Menorca.

El centro histórico de Ciutadella

Descubrir su casco antiguo es una aventura que se puede afrontar de dos maneras: siguiendo la senda de sus vías principales o bien dejándose llevar por el laberinto de pequeñas calles. En ambos casos, el visitante se acabará encontrando con un gran número de puntos de interés, con la Catedral como elemento más destacado, pero también pequeñas iglesias, casas señoriales y la típica arquitectura local.

De plaza en plaza

El pueblo cuenta con un eje central cuyo recorrido sirve para hacerse una rápida idea de la esencia de la ciudad. Con la Plaça des Born como punto de partida, donde se encuentra el Ayuntamiento y se levanta el obelisco en memoria de las víctimas del asalto turco a la ciudad en 1558, hasta la plaza de Ses Palmeres.

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En el inicio nos encontramos con otro de los grandes emblemas del pueblo, el Teatre des Born (www.teatredesborn.com). Inaugurado en 1875 y recientemente rehabilitado, es el epicentro cultural del pueblo.

La ruta más rápida para atravesar la ciudad arranca por el Carrer Major des Born y continúa de plaza en plaza. La primera, la de la Catedral, de la que se sale por Ses Voltes, una estrecha vía porticada en forma de arco, con comercios a ambos lados. A medio camino hay una joya, la antigua Farmacia Llabrés, uno de los mejores ejemplos del modernismo en Balears y Bien de Interés Cultural que ahora es la sede de la Fundación de Personas con Discapacidad de Menorca. La siguiente parada es la Plaça Nova, caracterizada por sus animadas terrazas, antes de llegar al destino final, en Ses Palmeres, donde destaca la figura de un tradicional molino de viento.

Un mercado con vida

Ciutadella es un laberinto de calles perfecto para perderse, muchas de ellas ajenas al tránsito de turistas. Pero si sigue a los locales, lo más probable es que acabe en la Plaza de la Libertad, más conocida también como Sa Plaça des Mercat, epicentro de la vida en la ciudad durante los tranquilos inviernos y con mucho más ambiente en los siempre animados veranos. Allí conviven un buen número de puestos de venta a los que les une un elemento, tener al producto local por bandera.

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Una fila de carnicerías, distinguidas por un mosaico de azulejos, y justo enfrente el Mercat des Peix, ambos con una magnífica variedad de productos de la tierra. Oferta complementada algunos días de la semana por un mercado agrario así como otros comercios con sede fija al refugio de los soportales. Una plaza de abastos en la que no faltan las terrazas y negocios de restauración, puntos siempre idóneos para ver pasar el día a día de la ciudad al más puro estilo mediterráneo. Y es que sin duda alguna el céntrico enclave, cuya actual estructura se definió en la segunda mitad del siglo XIX, es uno de los espacios con más vida y ambiente de Ciutadella.