Porque el triunfo no fue una cuestión única del pasador y de los dos goleadores, sino también del portero por el que apostó Louis Van Gaal para la titularidad, Andries Noppert, crucial antes, en dos paradas, para sostener el 0-0; y crucial después, con otra intervención, para aguantar el 1-0 con el que alcanza a Ecuador en la primera plaza del grupo A y con el que da un paso adelante visible, porque en su calendario aún está enfrentarse a la débil selección catarí.
Un golpe para Senegal, que no es sólo Sadio Mané. Si alguien había hecho méritos antes para marcar un gol había sido ella. Tampoco sin alardes. La campeona de África asumió la pérdida de su futbolista más determinante, fuera de la competición más atractiva del planeta por una lesión en el peroné, con entereza, sin atender a excusas, atrevida y valiente para abordar a Países Bajos con la presión como emblema. Lanzado arriba para contrarrestar la superioridad técnica de su adversario, para transmitir al mundo que la baja de su mejor jugador no es definitiva, pero sí trascendente. Sin él, le falta mucho talento y desborde.
Al son de los tambores de sus aficionados, que retumbaban cada instante, cada lance, en un estadio que ganó en seguidores cuando se acercó la hora del inicio, sin aproximarse al lleno, Senegal miró de frente al partido. Ni se replegó ni se lo planteó. Contragolpe a contragolpe, ataque a ataque, jamás especuló nada sobre el terreno de juego, aunque la diferencia de calidad entre uno y otro fuera evidente.
A Senegal se le percibió en cuanto abordó lo más complejo del fútbol, cuando alcanzas el borde del área, los últimos metros, cuando surge el pase, el regate o el tiro decisivo o la nada, la irrelevancia: como le ocurrió al conjunto africano en cuanto tentó la portería contrario, en cuanto profundizó por banda, en cuanto comprobó la exigencia del Mundial para crear ocasiones, cuando sintió de forma nítida que no es lo mismo sin Sadio Mané.
Cierto que Van Dijk, otro capitán sin el brazalete arcoiris 'OneLove' (aunque su idea era lucirlo días antes), tras la amenaza de tarjeta amarilla inmediata de la FIFA, se cruzó seguramente salvador con su testa para repeler el intencionado derechazo de Ismaila Sarr, o que Nathan Aké lo hizo después, tanto como que cada vez que Países Bajos propuso algo de medio campo hacia adelante, en cuanto dotó de velocidad a su transición, jugó al primer toque, detectó las dificultades defensivas de Senegal, al filo del caos por momentos.
Lo habría recibido de no ser por el lío en que Frenkie de Jong, el talento del medio campo 'oranje', se metió él mismo en un contraataque que lo habilitó solo ante Edouard Mendy. A la duda del primer control lo sumió en un laberinto del que no halló ninguna salida. Un regate primero, una perdida de balón después y una ocasión malgastada, cuando el grupo dirigido por Van Gaal sentía el agobio de su contrincante, aunque fuera incapaz de averiguar cómo hacer más daño a la estructura neerlandesa, salvo instantes puntuales: el remate de Boulaye Dia o el tiro de Gana Gueye a los que se estiró Noppert ya en el segundo tiempo.
Mala señal para Senegal. También para Países Bajos, porque descubrió demasiadas vías hacia su portería cuando sufrió el contraataque. No lo aprovechó su adversario de este lunes, pero, conforme avancen las rondas, si lo hace, hay rivales que no perdonan. Debe tenerlo en cuenta Van Gaal si quiere devolver a la selección a su sitio natural, a fases altas de la competencia. A las finales de 1974, 1978 o 2010. O a las semifinales de 2014 y 1998.
Porque la 'oranje' tampoco superó la prueba, por más que logró el triunfo. Ni en defensa ni mucho menos en ataque o en su medio campo. De vuelta a un Mundial tras su ausencia en Rusia 2018, se esperaba más de un equipo que jugará la fase final de la Liga de Naciones, ha sido invencible en sus últimos 16 partidos desde que retomó el mando Van Gaal, se presentaba en el torneo después de vencer cinco de sus seis duelos más recientes (son seis victorias en siete choques con el 1-0 de este debut) y se postula a sí misma como aspirante.
Para adjudicarse esa condición basta con atribuírsela uno mismo, pero para merecerla hay que demostrarlo sobre el terreno de juego, no simplemente en el marcador. Y el conjunto neerlandés no lo hizo sobre el césped. Sí en el marcador, porque la diferencia estuvo en el talento de Frenkie de Jong, el futbolista diferencial del triunfo frente a Senegal, la pieza sobre la que debe circular el equipo neerlandés para aspirar a todo lo que quiere.
Porque ni siquiera la entrada de Memphis Depay había alterado la nota neerlandesa. Suplente de inicio, porque no está al cien por cien, Van Gaal recurrió a él para la última media hora, consciente del valor ofensivo que tiene para su equipo, en la búsqueda de mucho más de lo que había ofrecido hasta ahora su conjunto, limitado a algún testarazo de Van Dijk y a un 0-0 hasta que Frenkie de Jong se inventó una victoria de la nada, consolidada al contraataque con el 0-2 de Klaasen al borde del minuto 100.
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