El expresidente de la RFEF Luis Rubiales. | Efe - FERNANDO VILLAR

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La Audiencia Nacional ha dejado este viernes visto para sentencia el juicio que ha sentado durante nueve jornadas en el banquillo al expresidente de la Federación Española de Fútbol Luis Rubiales por el beso que dio a la jugadora Jennifer Hermoso tras la final del Mundial de 2023 y que ella ha denunciado que no consintió.

Un beso televisado que -unido al comportamiento de Rubiales aquel día en el palco- provocó una ola de indignación que rebasó fronteras y acabó con su salida de la Federación tras más de cinco años al frente, y con una acusación por agresión sexual y coacciones de la que ha tratado de desprenderse y por la que afronta una petición de dos años y medio de cárcel. Coacciones que la Fiscalía también atribuye a otros tres exdirectivos -el exentrenador de la Selección femenina Jorge Vilda, el exdirector de la masculina Albert Luque y el exjefe de marketing Rubén Rivera-, acusados de hostigar a Jenni Hermoso y a su entorno para que dijese que sí consintió y rebajar lo que algunos han catalogado como «bola mediática».

«Aunque parezca mentira, hemos acabado». Estas han sido las últimas palabras del magistrado José Manuel Fernández-Prieto -uno de los protagonistas involuntarios de este juicio- tras anunciar Rubiales y los otros tres acusados que renunciaban a su turno de última palabra.

Dos «versiones contradictorias»

A lo largo de nueve jornadas, Fernández-Prieto, titular del Juzgado Central de lo Penal, ha escuchado a una veintena de testigos, incluida la propia jugadora, que afirmó con contundencia que ni consintió ni hubiese consentido si su «jefe», como ella misma recalcó, le hubiese preguntado si quería recibir un beso. Porque una de las principales bazas defensivas de Rubiales ha sido tratar de demostrar -incluso con una pericial en lectura de labios puesta en duda por las acusaciones- que preguntó a la jugadora si podía darle un «besito», tras sentir «ternura» por lo «apesadumbrada» que estaba por haber fallado un penalti ese 20 de agosto de 2023. Y que ella -recalcó- dijo «vale».

Pero la jugadora declaró que no oyó tal pregunta y que si la hubiese oído tampoco le habría dado su beneplácito: «(...) Sabía que me estaba besando mi jefe y esto no ocurre ni debe ocurrir en ningún ámbito laboral o social». Fueron «milésimas de segundo» en las que no tuvo «capacidad de reaccionar» y se sintió violentada y «poco respetada». Su testimonio vino seguido de declaraciones de compañeras de vestuario como Alexia Putellas, familiares y también algún cargo federativo en las que se han apoyado las acusaciones para considerar acreditada esa falta de consentimiento de Jenni Hermoso, pero también las presiones para que quitase al expresidente federativo, en términos de uno de los acusados, «el mayor marrón de su vida».

Otros testigos, más cercanos a Rubiales en su etapa en la Federación, dieron una versión más favorable al expresidente, hasta el punto de que uno llegó a llamar a Hermoso «manipulable». Y la versión de otros, como el seleccionador Luis de la Fuente, fue cuestionada por la Fiscalía. No dudan las acusaciones ni de que Jenni Hermoso no consintió -fue un «sometimiento», dijo su abogado-, ni de que Rubiales puso en marcha «toda una maquinaria» de la Federación para tratar de conseguir que saliese públicamente diciendo que sí lo hizo. Y esto último ha sido muy criticado por las defensas, que han censurado que la Fiscalía haya tratado de dibujar a la Federación como un «ente mafioso» porque «lo del beso no era suficiente».

El abogado de Rivera ha llegado a decir que el asunto del beso «era tan pequeño», «tan nimio», que no daba lugar «a esta exhibición de fuerza por parte del Estado contra la Federación». La abogada de Rubiales, Olga Tubau, además de dar por acreditado el consentimiento, también intentó con su informe que «como mínimo», quedase una «incertidumbre objetiva» que llevase al juez a «dudar», y pidió no confundir «el pecado y el delito, es decir, lo social y moralmente reprochable con lo penalmente condenable».

Un alegato en contra de la revictimización

Fue contundente la fiscal Marta Durántez al lamentar que, aun en 2025, se vea obligada a seguir preguntando a una víctima por qué se rió y por qué celebró un triunfo como el de la primera victoria de la Selección femenina de un Mundial. «¿Hasta cuándo vamos a estar exigiendo a la víctima de una agresión sexual un comportamiento heroico? (...) ¿Qué le podemos exigir que haga? ¿Que se vaya a un rincón a llorar?», preguntó, consciente de que en el juicio se había cuestionado el estado de ánimo y la actuación de Jenni Hermoso tras el beso. Y, más allá de este procedimiento y de lo que ocurra con sus acusados, la fiscal dejó constancia de que la jugadora no será recordada por la victoria del Mundial, sino por ser «la del beso». En respuesta, un día después, la abogada de Rubiales invocó el derecho a la presunción de inocencia de los acusados.

Un nuevo juez estrella

La sorpresa este juicio la ha dado el juez José Manuel Fernández-Prieto, poco conocido hasta que llegó a sus manos un procedimiento tan mediático como este, y cuyas intervenciones tratando de reconducir el proceso rápido circularon por las redes sociales. Conocidas son ya sus interrupciones, sobre todo a la fiscal, seguidas de los correspondientes «protesto», sus advertencias ante las respuestas con «chulería» de algún testigo y sus «continuemos» en un juicio en el que, él mismo reconoció, las partes le estaban dejando «agotado». Este viernes lo ha dejado «visto para sentencia» y ahora es quien debe determinar si lo que se vivió tras la final de aquel Mundial y los días posteriores fue una agresión sexual, seguida de coacciones a la jugadora.