Kevin de Bruyne durante el partido de Bélgica-Ucrania. | MOHAMED MESSARA

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Mientras Francia debate su futuro en las elecciones legislativas, tan presentes durante toda la concentración del equipo en Alemania 2024, su selección encara un compromiso decisivo en Dusseldorf, enfrentado a sus dudas, a Bélgica y a Kevin de Bruyne, que mide la dimensión y el impacto de Kylian Mbappé en la Eurocopa. Mbappé o De Bruyne. Después del partido de este lunes en Dusseldorf, sólo quedará uno en competición en Alemania 2024.

Dos líderes al frente. Dos figuras en peligro. El fallo en la primera fase de ambos conjuntos, relegadas a las inesperadas segundas posiciones de sus grupos, los enfrenta de repente demasiado pronto, en los octavos de final, aún al principio de las eliminatorias, aún con mucho camino por recorrer y superar. Los focos los apuntan. La presión también. El ataque de Francia es Mbappé por el momento en este torneo. Los dos únicos goles son suyos. El primero, con la colaboración indispensable del defensa austriaco Maximilian Wöber, en el 1-0 a Austria. El segundo, en el 1-1 a Polonia, de penalti. Dos tantos, uno en propia portería, en 49 remates «bleus». Uno de los dos únicos goles de Bélgica lleva la firma de de Bruyne, en el único triunfo ante Rumanía.

Un desafío para Mbappé, de nuevo enmascarado por la fractura de nariz sufrida hace justo una semana, aunque con un diseño nuevo para protegerse reduciendo lo menos posible su efecto sobre la visión, para sentirse pleno de poderes en el duelo que sostendrá con Bélgica, con las semifinales del Mundial 2018 aún en la memoria, cuando Francia la derrotó para proclamarse después campeón planetaria. Aún está latente la revancha. Sobre todo en Bélgica, donde Kevin de Bruyne es la fe en la clasificación.

Es su mejor jugador, miembro de la estupenda generación anterior, pero también guía de la actual que ha tomado el relevo, entre las incógnitas que desprende el grupo de Domenico Tedesco, que perdió contra Eslovaquia, ganó a Rumanía y empató con Ucrania, entre los pitos de sus propios aficionados por la especulación con la que amarró finalmente el pase a octavos. En el cuadro más complejo que se recuerda en una Eurocopa, con Alemania, España o Portugal por el mismo camino que ellos, Francia necesita mucho más para sentirse el aspirante que todo el mundo decía al principio de la competición, pero que ha perdido peso por sus propias actuaciones, más conforme con su defensa que con su admirado ataque.

Más allá de Mbappé, Marcus Thuram aún no ha demostrado nada en la Eurocopa, Ousmane Dembele ha sido tan imprevisible en el regate como acostumbra, pero mucho menos desbordante y decisivo de lo que pretende su seleccionador, Didier Deschamps, y Antoine Griezmann está irreconocible en el torneo, distante de su mejor versión, en el medio campo o en la delantera, incluso suplente ante Polonia año y medio después de la última vez. El regreso del atacante del Atlético de Madrid, un líder que necesita Francia, es la novedad previsible ante Bélgica. La duda está en su encaje en el once. No apunta al centro del campo como ante Austria, sino más arriba, ya sea en el frente de ataque o como enlace, en el caso de que Deschamps reinvente su sistema con una especie de rombo en el centro, con Griezmann como vértice más adelantado, o incluso si forma con el 4-3-3, con él por un lado, Ousmane Dembele por el otro y Kylian Mbappé como referencia de todo por el centro. Mbappé y Dembele están apercibidos de sanción. N'Golo Kanté, Adrien Rabiot y Aurelien Tchouameni están consolidados en el medio, igual que Jules Kounde -con Jemery Doku enfrente-, Dayot Upamecano, William Saliba y Theo Hernández en la defensa, cubierta por la magnífica aparición en la Eurocopa 2024 del portero Mike Maignan, tan trascendente como Mbappé para la supervivencia de Francia en el torneo.

En Bélgica, las sensaciones tras la fase de grupos no han sido buena. El equipo de Domenico Tedesco ha navegado rodeado de dudas y criticado por su afición, que pitó a sus jugadores tras el choque frente a Ucrania (0-0) en el que sellaron su clasificación para los octavos de final. Los «Diablos Rojos» firmaron un duelo errático -no era el primero-, y su hinchada no perdonó una falta de continuidad y regularidad alarmante desde que comenzó la Eurocopa. Esa es la realidad de Bélgica, que no ha sabido o no ha podido explotar la calidad de un grupo de jugadores que vivió en el alambre hasta el último suspiro. De hecho, un solo gol de Ucrania les habría dejado fuera de la Eurocopa y, por eso, el equipo de Domenico Tedesco, con el mal recuerdo del Mundial de Catar, del que fueron eliminados en la fase de grupos, especuló ante Ucrania en los últimos minutos para no recibir una sorpresa que habría sido un jarro de agua fría tremendo.

Aún no han aparecido algunos jugadores que deberían haber dado un paso hacia delante hace tiempo. Es cierto que nombres como Jérémy Doku y Romelu Lukaku se han dejado la piel sobre el césped de los campos de Alemania, pero el éxito ha sido escaso. El primero, tal vez el jugador más desequilibrante de Bélgica, aún no suma ni goles ni asistencias. Parte de culpa la puede tener su compañero, negado de cara a la portería y con un gafe que le persigue en las grandes citas que parece no tener fin. Lukaku desperdició tres ocasiones clarísimas en su puesta en escena frente a Eslovaquia, que ganó 0-1 por culpa de un error garrafal de Doku en una mala entrega defensiva. En ese mismo partido, a Lukaku le anularon dos goles, uno por fuera de juego y otro por mano previa de Doku; en el segundo duelo, ante Rumanía, se encontró de nuevo con el VAR, que invalidó su tercer gol, y con el portero Florin Nita, que paró todo lo que intentó el jugador del Inter; y en el tercero, contra Ucrania, falló un mano a mano bastante claro que salvó el guardameta Anatoli Trubin.

Por lo menos, ese cúmulo de desgracias que persiguen a Lukaku y a Doku no la sufren otros jugadores de Bélgica. Su entrenador, Domenico Tedesco, cuenta con el buen estado de Kevin De Bruyne, uno de los pocos entre sus jugadores que ha rendido al nivel que todo el mundo esperaba. El centrocampista del Manchester City, junto al portero Koen Casteels, son las buenas noticias de un equipo que no quiere enterrar en octavos a su «Generación Dorada», aún con ganas de firmar una buena actuación en la Eurocopa. Y es que, hace ya una década que los futbolistas que revitalizaron a una selección deprimida comenzaron a generar ilusión entre sus seguidores. A lo largo de tres Mundiales (Brasil 2014, Rusia 2018 y Catar 2022) y dos Eurocopas (Francia 2016 y Europa 2020), rozaron el éxito con un tercer puesto en Rusia y tocaron el fracaso en Catar, donde no pasaron de la fase de grupos. Ahora, veteranos como De Bruyne, Lukaku, Vertonghen, Carrasco o los dos lesionados que aún no han jugado y son duda ante Francia -Witsel y Meunier-, esperan alargar su experiencia por lo menos hasta los cuartos de final. O, por lo menos, acabar con una buena imagen de la que ha carecido durante los tres primeros partidos. Sólo unas pinceladas en su segundo compromiso, el único que han ganado (2-0 a Rumanía), dejaron entrever que aún hay fútbol en un equipo que prácticamente repetirá su once salvo por el regreso de Dodi Lukébakio, que se perdió por sanción el anterior encuentro y dejará en el banquillo a Leandro Trossard.