Alejada de presiones, con el refuerzo de un crecimiento indiscutible en una Eurocopa que asienta bases de esperanza para un futuro inmediato y sin poner límite a su ambición, la renovada España con sello de Luis Enrique encara un reto mayor en Wembley, la Italia intocable y renacida, camino de récord mundial con 33 partidos sin perder, lanzada a por el título.
En un templo futbolístico como Wembley, el mismo escenario donde Luis Enrique inició su proyecto, mide la realidad del mismo tras volver a ganarse el respeto del mundo del fútbol e ilusionar a un país que se había desenganchado de su selección. La etapa dorada de España dio paso a nueve años de ilusiones infundadas. La difícil transición del éxito al intento convirtió la barrera de los octavos en una nueva realidad difícil de asumir.
Los moldes los ha roto un equipo tan rejuvenecido hasta presentar una media de 26 años y una mayoría inexperta en una fase final. Creció en la adversidad. Criticada la confección de Luis Enrique, golpeada de inicio por la COVID-19, condicionada por dos empates iniciales (Suecia y Polonia), y desatada desde que sintió cada partido como una final (Eslovaquia y Croacia). De la falta de contundencia a ser la máxima goleadora de la Eurocopa, dejó un récord con diez goles en dos encuentros que dispararon la ilusión en un país que no entiende de grises.
Las dudas, inexistentes para Luis Enrique, que ya califica con «sobresaliente» a su equipo, deben de resolverse para superar a Italia. La finura en la definición, la poca fiabilidad defensiva. Se superó ese partido de duda que presenta cada competición, en cuartos de final ante Suiza. El día que más se alejó España de su definida identidad y se reencontró con los males que le persiguen. Un gol regalado y falta de puntería. El sinsentido que en ocasiones deja la estadística. La selección más goleadora (12 dianas) sin un referente. Ninguno de sus jugadores superó dos tantos, ni una media de acierto buena en el remate. Hasta 27 para un solo gol. Y de rebote.
La regresión llevó al inicio del éxito, más en el deseo de equiparar una generación que en poco se parece a la que marcó la etapa de mayor gloria del fútbol español. Pero los penaltis de cuartos, un muro insuperable en el pasado, fue derribado por un grupo de futbolistas que heredó la pérdida de miedos. Compiten sin temor al fracaso. Así, la leyenda buscó herederos. De Iker Casillas a Unai Simón. De Cesc Fábregas a Mikel Oyarzabal. Una nueva tanda inolvidable. Como la de 2008. Justo ante Italia, en una herida que se agrandó con la exhibición de Kiev en 2012. La final de mayor diferencia.
Y así llega España a la gran cita de semifinales que mide a dos selecciones dominadoras del torneo. Apenas Inglaterra les supera en una estadística, la de goles recibidos. El duelo, convertido en clásico por cada reencuentro en Eurocopas, la cuarta consecutiva, mide a los dos equipos que más ocasiones generan y que más marcan. Con los de Luis Enrique imponiendo estilo desde la posesión abrumadora (67,2 por ciento de media), la más precisa en el pase y la que más alto roba gracias a una asfixiante presión.
La esperanza de encontrar al fin un rival que no modifica su identidad y espera en su terreno. El deseo de encontrar espacios para desatar su fútbol. Con las piernas más cargadas tras dos prórrogas y la ausencia de Pablo Sarabia en el tridente ofensivo por un problema muscular. Apareciendo Dani Olmo como la principal alternativa. Nunca repitió un once Luis Enrique y seguirá sin hacerlo. Los retoques bien podrían afectar al centro de la zaga, con la entrada de nuevo de Eric García por Pau Torres.
Cierto es que España solo venció dos partidos y uno de ellos en la prórroga. Tanto como que nunca saboreó la derrota en una semifinal de Eurocopa. El reto mayor lo representa una Italia que exhibe fortaleza y nueva mentalidad. Con pleno de triunfos en el torneo y 33 partidos sin conocer la derrota.
Regresa a Wembley, donde ya ganó a Austria en los octavos de final, con el único objetivo de firmar su pase a la final nueve años después. Por entonces dirigida por Cesare Prandelli, con Antonio Cassano y Mario Balotelli como encargados de dar chispa. Ahora, más que en las individuales, en el seleccionado de Roberto Mancini emerge el grupo, unido y en estado de gracia, y un fútbol atractivo y ofensivo casi inédito para los «azzurri».
La trabajada victoria contra Austria y el brillante triunfo de los cuartos contra Bélgica, número uno del ránking FIFA, liberaron a Italia de la presión y dispararon el entusiasmo de un equipo que se siente con capacidad de tutear a cualquiera.
Mancini apostará por el once que doblegó a Bélgica, con la única excepción de Leonardo Spinazzola, hasta el momento el mejor futbolista de Italia en la Eurocopa, que se despidió entre lágrimas tras romperse el tendón de Aquiles izquierdo. Le tocará a Emerson Palmieri, campeón de Europa con el Chelsea, sustituirlo en el lateral izquierdo.
El desafío de Álvaro Morata, convertirse en el máximo goleador español en las Eurocopas, se mide a dos centrales que conoce a la perfección. El capitán Giorgio Chiellini, líder de una defensa que apenas concede junto a Leonardo Bonucci. Otra de las fortalezas de la nueva Italia. Mientras, el brillo lo ponen desde el centro del campo Nicoló Barella, Jorge Frello «Jorginho» y Marco Verratti. La técnica de Lorenzo Insigne y la electricidad de Federico Chiesa acompañarán a un Ciro Immobile que busca reivindicarse en una noche grande, tras haber sufrido la presión en los últimos dos encuentros.
Alineaciones probables:
Italia: Donnarumma; Di Lorenzo, Bonucci, Chiellini, Emerson; Barella, Jorginho, Verratti; Insigne, Chiesa, Immobile.
España: Unai Simón; Azpilicueta, Eric García, Laporte, Jordi Alba; Busquets; Koke, Pedri; Ferran Torres, Morata y Dani Olmo.
Árbitro: Felix Brych (Alemania)
Estadio: Wembley.
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