Los jugadores del Hestia Menorca aplauden a la grada de Bintaufa desde el centro de la pista, después de ganar un partido esta temporada, una imagen que el colectivo de Javi Zamora gustaría de repetir el sábado inmediato, tras el derbi balear | Josep Bagur Gomila

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Y de repente, un derbi. Después de sufrir tres cancelaciones en apenas diez días, el partido de rivalidad balear entre Hestia Menorca y Sant Antoni tendrá lugar este sábado, día 29, en el Pavelló Menorca (20.00 horas). La cita, que a causa de la covid carece de un preámbulo perfecto –por los condicionantes que impone el estado de pandemia– a pesar de ello conserva la etiqueta de partido grande, histórico, como tampoco escapa de la importancia, capital, que puede disponer a efectos de la clasificación de modo inmediato, y también en el posterior desarrollo y desenlace de la temporada.

Primer derbi

Será este el primer enfrentamiento de la historia entre Hestia Menorca y Sant Antoni. Igualmente para ambos contendientes el duelo destaca como su primer derbi de rivalidad regional en LEB Plata, categoría en la que el club menorquín, gestado en verano de 2016 a partir de la sección de baloncesto del CCE Sant Lluís, cumple su cuarta temporada consecutiva; por su parte, el Sant Antoni agota su primera temporada en la tercera liga nacional.

El Hestia Menorca ha recogido el testigo de lo que en su momento representaron entidades como La Salle Maó, CD Alcázar, Boscos, Ferreries o posteriormente Jovent (nuestros exponentes en los torneos nacionales de nivel parejo a la actual LEB Plata entre los años 60 y 90), y ha pragmatizado en su rédito algunos vestigios del extinto Menorca Bàsquet, de cuya desaparición se alcanza este verano un decenio, y un claro punto de referencia a partir del que se alumbró el proyecto alojado en Bintaufa que preside Oriol Segura, si bien la distancia entre uno y otro club continúa siendo hasta la fecha considerable. Sin embargo, nadie puede cuestionar al Hestia Menorca su condición de máximo exponente, en el presente, del baloncesto en la Roqueta, ni su margen para crecer y llegar a una liga superior.

En su caso, el Sant Antoni, que ha cobrado impulso en tiempos recientes a pesar de contar con casi 25 años de existencia (el club nace en 1998) ha venido a rellenar el espacio que en su momento ocuparon conjuntos como el Ca Nostra de Sant Antoni o el Juventus Sa Coma, rivales clásicos del baloncesto menorquín entre los 70 y 90, y ya entrado el siglo XXI, Flebasa Ibiza o Sa Graduada, entre otros; se trata también del primer ejemplar, en cuanto a representatividad, del básquet pitiüso, y de su veloz evolución (en poco más de un año ha pasado de las categorías regionales a liderar una conferencia de LEB Plata) no sería de extrañar una rápida promoción hacia una categoría superior. Realmente, y aún admitiendo los matices de cada club, se trata de dos proyectos, por el enclave en el que residen, por su recorrido y opciones potenciales de progresión, muy similares.

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