Mariano Rajoy y José Ramón Bauzá - P.CAIB

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Ha sustituido en su mesilla de noche la ficción por el ensayo. En tiempo de campaña reconoció que hacía mucho que no abría las tapas de una novela; por aquél entonces todo su rato de lectura lo ocupaba en empaparse a fondo del programa electoral de su partido. Con el esfuerzo invertido habría para una tesina; la suya deberá revalidarla al cabo de los próximos cuatro años, en que, porfía, deberíamos saldar el arrebato de la crisis.

Farmacéutico de profesión, José Ramón Bauzá Díaz (Madrid, 1970) delega por ahora su dispensario de Marratxí, al que no le duelen prendas en reconocer que regresará si cambian las tornas. Acaso en el Consolat de Mar pueda llegar a dar con alguna fórmula magistral que remedie la economía.

Curtido en arenas de la municipalidad, a las que se entregó hace 12 años -ocho de los cuales ha ostentado la vara de alcalde-, no tiene como mentor a Gabriel Cañellas -al que su investidura parece haber sacado estos días del anonimato en el que se había recluido-, sino a un desconocido Toni Montilla, quien le inoculó el virus de la política.

En marzo de 2010 fue elegido presidente del PP balear, frente a un combativo Carlos Delgado, al que ahora integra en su exclusivo núcleo del Consell de Govern. Menos conciliadora resultó su decisión de apear de las listas electorales a los imputados en casos de supuesta corrupción.

La jugada le permitió exhibir el cartel de transparencia y de ruptura con sus antecesores -que algunos consideran decisivo en su victoria del pasado 22-M-, aunque le granjeó la baja de históricos, como Jaume Font. El manacorí Antoni Pastor no llegó a consumar la tentativa, aunque hay quien cree que podría tantear la posibilidad ahora que ha sido descartado como portavoz parlamentario.

Su cargo de presidente probablemente le restará tiempo para las aficiones, el baloncesto entre las primeras (se vanagloria de haber madrugado para ver las míticas finales de la NBA), aunque siempre podrá aderezar los sinsabores del poder con un poco de Dire Straits, su banda preferida.

Cultiva una imagen de corrección en el vestir, con algún aderezo que guiña el ojo a sus jóvenes 40 años. Se llena la boca de austeridad, un concepto que, dice, presidió su infancia de hijo de militar, iniciada en Madrid y culminada en Mallorca, donde estudió en el reputado Colegio de Sant Francesc. Allí fue alumno de Rafael Bosch, con quien cuenta, años después, para que lleve las riendas de la política educativa de su Govern.

Casado, sin hijos, no es frecuente que su esposa le acompañe a los actos. Procura separar su faceta de político de la estrictamente familiar, como un modo, también, de respetar la privacidad de su pareja. Ayer, evidentemente, fue una excepción.