La situación creada, en opinión del Cercle d'Economia de Menorca, es de extrema gravedad con un alcance difícilmente previsible cuyas consecuencias para la población, pero sobre todo para los intereses del tejido empresarial, podrían ser desastrosas. En la reunión mantenida el pasado lunes en las dependencias del Ministerio de Energía por su secretario general con el conseller de Territori Marc Pons, el director general Joan Groizard y la presidenta del Consell Susana Mora (el ministro no podía atenderles), el Gobierno adquiría el compromiso de acelerar los trámites para un nuevo cable, pero que no estaría disponible hasta 2020.
Largo me fías Sancho, precisamente en el año que Menorca tiene previsto celebrar el 25 aniversario de su declaración como Reserva de la Biosfera, calificada por los expertos como la reserva más contaminante de todas las existentes. Pesan demasiados interrogantes y cuestiones por resolver, desde la dependencia energética de la isla en un 93% de la producción del petróleo, la negativa por parte del Ministerio a sustituir el combustible de la central de Maó por gas natural para reducir su efecto contaminante, la polémica por nuevos proyectos de instalación de parques fotovoltaicos o las trabas locales al despliegue del proyecto de canalización del gas natural como energía de transición hacia las renovables, con su consecuente beneficio para la competitividad de las empresas.
En pleno siglo XXI, Menorca va más camino de convertirse en una aldea cuando se habla de inversiones y infraestructuras que no de un territorio próspero, moderno y conectado al mundo. Al problema crónico de la falta de conexiones aéreas que contribuyan a dinamizar la maltrecha economía se le suma ahora esta situación precaria de la conexión energética, que no quedará presuntamente resuelta hasta 2020. El olvido estatal de Menorca es tan mayúsculo que clama al cielo en todos los sentidos. Apaga y vámonos.
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