«Espero que, tras 37 años de carrera, mi trabajo le haya sido útil a alguien, a algún actor, a alguien a quien arranqué una sonrisa, útil a quienes se rieron conmigo, y útil a mi tierra», ha dicho. Banderas se desplazó desde Sudáfrica, donde estaba trabajando el viernes, hasta Donostia para recoger el premio que, tradicionalmente entrega el ministro de Cultura en el marco del Festival de Cine de San Sebastián.
El también portavoz del Gobierno, Íñigo Méndez de Vigo, ha valorado a un artista «que dejará a los jóvenes el mensaje de un luchador agradecido que jamás dejó de amar a su país», un «patriota» al estilo de Cela, que nunca olvidó que «el lugar en el que nació se merece todo el amor del mundo».
El actor donará los 30.000 euros del premio a la Escuela Superior de Artes Escénicas de Málaga (ESAEM), de la que Banderas es además padrino.
«Mi carrera podrá tener sentido cuando acabe, es decir, cuando me muera», ha enfatizado el actor, que ha precisado que «aún le quedan muchas historias que contar y muchas orejas que cortar. Espero -ha precisado Banderas- que este discurso extienda un sentimiento honesto». Pero sus primeras palabras fueron : «Qué bonita está Donostia», para después recordar «cómo la liaron» en el Zinemaldia con la presentación de «Laberinto de pasiones», película con la que debutó en 1982 a las órdenes de Pedro Almodóvar.
Banderas ha elegido un discurso ligero, cargado de humor, que ha sacado escrito de su bolsillo. Una a una, ha desgranado las palabras que definen el galardón, deteniéndose en la del medio, «nacional», la clave de que el premio suene «serio, contundente e institucional».
«El resto de palabras quedan eclipsadas, a pesar de quienes esperan un discurso más político», ha advertido el actor, quien no obstante ha reconocido que «nacional» era la «historia del día», y a sabiendas de que «todos esperan a ver cómo se retrata Banderas», ha bromeado.
«Viví los últimos rescoldos del autoritarismo y los primeros de libertad y sí, sigo creyendo en ese proyecto común, no puedo evitar quererlo», ha dicho. En ese sentido ha señalado que, en su opinión, «uno de los retos de nuestro país es su maravillosa imperfección, y también su maravillosa capacidad de sobreponerse».
«Considero, valoro y aprecio la nomenclatura que define a este premio como 'nacional'», ha zanjado.
También se refirió al término «cinematografía», lo que a él «le toca el corazón y a otros toca otras partes menos nobles».
«No me gusta lo de hablar de mi carrera, yo he hecho de todo, en todos los géneros, porque creo que esa es la misión de un actor, y lo hecho a través de la mirada de directores distintos. El cine -ha dicho- tiene un alma propia, rebelde, que puede ser usada por todos aquellos que tengan algo que decir».
Dejó el humor para explicar que los mejores premios son «los inesperados": cómo el cielo gris de Londres se volvió tan luminoso como el de Málaga cuando le dijeron que sería el premiado, hasta se le quitó el dolor de espalda.
«Los premios son un gran estímulo, intelectual y físico, así que gracias».
El director Carlos Saura, que habló de su amigo con muchísimo afecto, ha asegurado que «se va a hacer» la deseada película en la que Banderas será Picasso; un proyecto largamente acariciado que, por fin, ve la luz. Como es habitual, el ministro de Cultura, Íñigo Méndez de Vigo, presentó con un discurso al Premio Nacional de Cinematografía, solo que lo hizo con una parrafada en euskera, que fue celebrada con un aplauso.
Minutos antes, Carlos Saura le había llamado la atención para que se ocupara «de verdad» de la Cultura y la tan solicitada rebaja de los impuestos al cine fuera por fin realidad.
«Querido Saura, lo haremos, bajaremos los impuestos en los próximos Presupuestos», ha afirmado el ministro.
Paz Vega, por su parte, dijo de Banderas que era «un modelo a seguir», un «actor por los cuatro costados» y una persona «tocada por la varita mágica» que había enseñado a una generación de actores «a ver nuestra profesión como una aventura en la que todo es posible».
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