En la segunda sesión de la vista oral, su mujer, Remedios Nieto, y el hijo de ambos, Jesús, han manifestado desconocer cualquier cuestión relacionada con este libro, -hallado en un garaje propiedad de Castiñeiras-; y con el dinero incautado en sus pisos, pero han alegado que el cabeza de familia pudo hacerse con 1,7 millones de euros por ser muy trabajador y por su carácter «ahorrador».
Fernández Castiñeiras estuvo interno en el penal de Teixeiro (A Coruña) desde julio de 2012 hasta enero de 2013, y en este momento se enfrenta a la acusación de dos delitos de robo con fuerza, uno de ellos continuado; un delito contra la intimidad y otro de blanqueo de capitales, por los que la Fiscalía le pide 15 años de cárcel, que la Iglesia, personada como acusación particular, eleva a 31.
Para su mujer, Remedios Nieto, y su hijo, Jesús Fernández Nieto, el Ministerio Fiscal limita su petición de pena a un año y medio de prisión para cada uno de ellos por blanqueo de capitales y prevé una alternativa de seis meses por sendos delitos de receptación.
Fernández Castiñeiras ha insistido durante esta jornada en que no recuerda haber confesado ante el instructor José Antonio Vázquez Taín que él fuese el autor de la sustracción de esta joya literaria que desapareció en julio de 2011.
El libro se halló un año después en un garaje propiedad de este operario que trabajó como autónomo para la Catedral de Santiago y, en ese momento, se identificó como el responsable del saqueo ante el juez, pero, según ha explicado este martes, lo hizo amenazado por el magistrado con que, si no lo hacía, su mujer y su hijo entrarían en prisión.
«No declaré libre. Me sentí maltratado. El juez se burló de mí», ha señalado este martes en una declaración que no llegó a los diez minutos y en la que solo contestó a las preguntas de su abogada, Carmen Ventoso Blanco.
Ante esta contradicción con la declaración judicial inicial, se le ha mostrado a Fernández Castiñeiras la grabación de un testimonio extenso que se remonta al mes de julio de 2012, en el que él mismo se delató, y que este martes escuchó con la vista puesta en el suelo, cabizbajo.
En esa declaración ante el juez instructor José Antonio Vázquez Taín se ve al electricista admitiendo que fue él quien robó el Códice, y observando que eso no fue «una cosa premeditada», sino que una mañana vio «la puerta abierta» del lugar de la Catedral en el que estaba custodiado, por lo que aprovechó la ocasión, aunque en ningún momento fue su intención «venderlo ni nada».
Asimismo, se escucha al otrora trabajador de la Catedral compostelana decir que se apropió en numerosas ocasiones de dinero de la caja fuerte del templo, y que en cuanto dejó de haber dinero, empezó a robar documentación eclesiástica que «guardaba pero ni siquiera leía».
Tras Fernández Castiñeiras, declaró su mujer, Remedios Nieto, que ha remarcado que jamás vio las importantes cantidades de dinero incautadas en sus propiedades, pero ha apuntado que tiene la «sensación» de que Fernández Castiñeiras «ahorraba mucho».
Nieto, tras subrayar que nunca tuvo constancia de tales sumas monetarias, ha contemplado la posibilidad de que su cónyuge hubiese podido reunir este dinero por su propio oficio, y, así, ha destacado de su marido que trabajó «toda la vida» y nunca fueron un matrimonio despilfarrador.
«Somos una familia humilde, en casa casi no teníamos gastos», ha enfatizado Remedios.
Por último, en la sesión de esta mañana ha prestado declaración el hijo del presunto ladrón, Jesús Fernández Nieto, que ha descrito a su padre como una persona agarrada y que dictaba órdenes a su familia para que nadie tuviese acceso a sus cosas.
Así, ha comentado que desconocía el dinero que guardaba su padre en sus propiedades ya que, por estricto mandato de su progenitor, había espacios en los domicilios que «no podía tocar nadie».
Por ello, a pesar de que en la casa propiedad de su padre en la que Jesús reside se localizaron 30.000 dólares en metálico y tres facsímiles del Códice Calixtino, ha dicho desconocer el origen de estos hallazgos: «No era mío y no sé cómo pudo llegar esto hasta ahí».
Asimismo, ha explicado que al enterarse de la existencia de sumas elevadas de dinero se sintió «traicionado"; no obstante, no se mostró «sorprendido» por el monto total porque sus padres ahorraron «años y años», así que «no lo vio raro en absoluto».
Mañana, en la tercera jornada del juicio, tendrá que declarar en calidad de testigo el entonces deán de la Catedral, José María Díaz Fernández; su sucesor en esta responsabilidad, Segundo Pérez, y otras siete personas del cabildo catedralicio.
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