«Ocho meses es poco, es demasiado poco, no lo oculto, evidentemente hay frustración por dejar mis funciones», ha reconocido Attal, quien a su vez ha enviado un «caluroso» agradecimiento al presidente Emmanuel Macron por haber depositado su confianza en él. Destacando de su sucesor «su casi inigualable experiencia al servicio del Estado», Attal ha dicho que si tuviera que pedirle algo, «sería que siguiera haciendo de la escuela de la República una prioridad absoluta».
«La escuela de la República es la madre de todas las batallas», ha dicho antes de asegurar que la política francesa está «enferma» y que su recuperación pasa, ha subrayado, por que todas las fuerzas parlamentarias estén «a la altura» y «se alejen del sectarismo» en esta «responsabilidad histórica» que tienen ante sí. Una apreciación que ha compartido Barnier tras tomar la palabra y tras recibir Attal una gran ovación. «Estamos en un momento grave», ha dicho quien tendrá ante sí el reto de gobernar con una Asamblea Nacional más fragmentada que nunca y en la que su partido, Los Republicanos, cuenta con 39 escaños de 577.
Barnier ha anunciado que habrá cambios y que estos pueden ser difíciles y se ha referido a la necesidad de decir la «verdad» en asuntos como la deuda financiera, o la influencia de Francia en Europa, así como en lo relacionado con el «abandono y la injusticia» que sufren barrios, ciudades y zonas rurales del país. Barnier cuenta con un amplia experiencia en gobiernos anteriores. Después de haber sido ministro en hasta en cuatro ocasiones --bajo las presidencias de Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy-- fue jefe negociador de la Unión Europea para el Brexit.
La elección de Barnier llega dos meses después de las legislativas y tras semanas de idas y venidas de candidatos del resto de fuerzas al Elíseo, entre ellas la del Nuevo Frente Popular, que reprocha a Macron no haber escuchado a los franceses tras unas elecciones en las que logró el mayor número de escaños. Del mismo modo, la prensa francesa ha sacado a relucir unos comentarios nada elogiosos que Bernier ha venido dedicando desde 2017 a Macron, a quien ha acusado, entre otras cosas, de dirigir el país de manera «arrogante». Antes de comparecer, el presidente Macron ha acudido a sus redes sociales para expresarle gratitud a un Attal, a quien ha reconocido estos ocho meses como un periodo en el que «ha hecho avanzar al país».
La elección no ha gustado nada, como cabría esperar, a la izquierda. La candidata del Nuevo Frente Popular (NFP), Lucie Castets, ha aventurado que la llegada de Bernier será «una continuación» de las políticas de Macron, o incluso «peor aún» ya que es sabida su afinidad con la ultraderecha de Agrupación Nacional. «No veo en qué punto Michel Barnier podría implementar mejoras significativas en la vida de los franceses. No sé cuál es la naturaleza de las conversaciones que tuvo con el presidente y los demás grupos políticos, pero no augura nada bueno», ha valorado Castets, en declaraciones al diario digital Mediapart.
«El mensaje democrático que se envía es muy malo», ha dicho Castets, quien ha anunciado que dejará su puesto en el Ayuntamiento de París para «intentar prolongar el impulso», con vistas a liderar una posible alternativa en caso de que la Asamblea Nacional censure a Bernier, o bien de cara a las presidenciales de 2027. Para Castets, hechos como que Bernier en 1981 votara en contra despenalizar la homosexualidad es más que «una señal de la falta de esfuerzos en favor de una renovación política», es una regresión a «ideas reaccionarias», ha dicho.
Por otro lado, Castets ha señalado que durante las próximas semanas la izquierda tiene que «volver a hablar con la gente» y disputarle a la ultraderecha el voto que tradicionalmente ha ido a parar a fuerzas progresistas. «La izquierda se ha distanciado de los trabajadores (...) debemos reconectarnos», ha reconocido.
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