Dueño de un restaurante especializado en cachopos, joven falangista infiltrado en sindicatos progresistas y promotor de un máster falso, son solo algunas de sus múltiples caras. Todas ellas mentiras. César Román cumple, a día de hoy, 15 años de prisión por el asesinato de la que fuera su ex pareja, Heidi Paz: la mató, la descuartizó, metió sus restos en una maleta y prendió fuego a su cuerpo. Cinco años después de su entrada en la cárcel, 'El Rey del Cachopo' ha admitido su crimen y ha asegurado encontrar el perdón en su 'oración y encuentro con Jesucristo'. Tras este mediático caso, se esconde una espeluznante historia sobre la vida del conocido restaurador.
Antes de fracasar en su sueño de convertirse en hostelero de éxito -como había fracasado anteriormente en la política y el periodismo- César Román logró embaucar a empresarios, y grandes compañías para hacer de su pequeño local del barrio Embajadores de Madrid una franquicia valorada en 150.000 euros. Su experiencia en el engaño venía de lejos. En los años 90 el 'rey del cachopo' pertenecía a la Falange Española y, ante la necesidad de destacar en el partido, comenzó a ser agente doble en un sindicato de izquierdas, afiliándose para obtener información confidencial. Más tarde, perteneció a Plataforma por Cataluña, partido de extrema derecha que tomó fuerza en la provincia de Barcelona. César logró presidir la de Madrid.
Poco después reapareció en Málaga, regentó bares y abrió una revista: Ahora Málaga. También se convirtió en presidente de una asociación de comerciantes de barrios y aglutinó en una consultora a una decena de entidades similares. Aunque pronto se cayó de nuevo el telón: el final de este capítulo de su vida acababa con la quiebra, evasión de dinero y su desaparición. Cuando cuatro de sus empleados acudieron a su lugar de trabajo, lo encontraron clausurado y con las cerraduras cambiadas. Tampoco había nada en los cheques que les había expedido. Y su periódico había engañado a comerciantes que habían pagado por anunciarse en él, incluido Metro de Málaga.
Román conoció a Heidi en abril de 2018, cuando ella comenzó a trabajar en el restaurante que él regentaba en Madrid. En la capital llegó a tener hasta 8 sidrerías. Poco después, comenzó una relación entre ambos que los llevó a vivir juntos. Aunque el amor duró poco: en junio de ese mismo año Heidi se marchó de casa y le dejó a través de una nota. La madrugada del 5 de agosto, ella regresó a la casa que ambos habían compartido, sin saber cual sería su final. Al no aceptar la negación de ella decidió matarla.
Para evitar ser descubierto y que se pudiera identificar el cadáver de Heidi, el procesado separó del cuerpo la cabeza y las extremidades «y se deshizo de ellos, sin que se haya podido determinar la forma en que lo hizo». Con su tronco, «después de meterlo en una bolsa de plástico negra, lo introdujo en una maleta», y sobre las 16.21 de la tarde pidió un taxi en el que trasladó el cuerpo de la víctima desde el domicilio hasta una nave industrial del barrio de Usera de Madrid, detalla el Ministerio Fiscal.
Durante los siguientes días, el asesino roció con sosa cáustica el cuerpo y «y valiéndose de un cuchillo, le cortó los senos, que tenían unos implantes de silicona, y junto con un colgante y otros efectos personales, el 13 de agosto de 2018, intentó quemarlos, haciendo un fuego en la plataforma del montacargas» de la nave.
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