Isócrates: Una reflexión atemporal

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En tiempos de crisis política y social, las advertencias de los clásicos resuenan con una vigencia inquietante. Isócrates, en su reflexión sobre la democracia, alertaba sobre los peligros del abuso de la igualdad y la libertad, males que, según el orador ateniense, conducen a la degeneración del sistema político y al caos social. Hoy, en la España gobernada por Pedro Sánchez, estas palabras encuentran un eco alarmante en la realidad política del país.

Desde su llegada al poder, el gobierno de Sánchez ha impulsado una agenda que, en nombre de la libertad y la igualdad, ha socavado principios fundamentales del Estado de derecho. La democracia española, lejos de consolidarse, se ha visto sometida a un progresivo desgaste institucional, donde la impunidad, la demagogia y el relativismo moral han adquirido carta de naturaleza.

Uno de los pilares más erosionados bajo el mandato de Pedro Sánchez ha sido la justicia. La constante manipulación de las instituciones, el asalto al Tribunal Constitucional y al Consejo General del Poder Judicial evidencian un claro desprecio por la separación de poderes. En nombre de una supuesta igualdad y progresismo, se ha tolerado y promovido una justicia selectiva, en la que la ley no se aplica de manera universal, sino según los intereses del gobierno de turno. Los indultos a los líderes independentistas catalanes, la reforma del Código Penal para favorecer a ciertos aliados políticos y la constante presión sobre jueces y fiscales son ejemplos palpables de esta degradación.

Por su parte la libertad, concepto esencial en toda democracia, ha sido pervertida hasta convertirse en un pretexto para la arbitrariedad y la impunidad. El gobierno de Sánchez ha hecho de la mentira su herramienta habitual, utilizando las instituciones del Estado como meros apéndices propagandísticos. La falta de transparencia en la gestión de la pandemia, las cifras maquilladas del desempleo y la crisis económica, así como el uso indiscriminado de fondos públicos con fines partidistas, revelan un desprecio absoluto por la verdad y la rendición de cuentas.
Además, bajo el pretexto de la libertad de expresión, se ha instaurado un pensamiento único que margina y censura cualquier disidencia. La imposición de leyes ideológicas, como la ley trans, la ley de memoria democrática y la reforma de la ley del «solo sí es sí», han generado una fractura social profunda. También, la persecución de medios críticos, la criminalización de la oposición y la creciente censura en redes sociales evidencian una preocupante deriva autoritaria disfrazada de progresismo.

Tornando a Isócrates, este advertía sobre los peligros de la imprudencia y la anarquía. Hoy, en España, la falta de una política coherente ha dado lugar a un gobierno caótico, donde las contradicciones, la improvisación y el oportunismo son la norma. La coalición con partidos que buscan la desintegración de la Nación, la permisividad con los disturbios callejeros y la ausencia de un proyecto económico creíble ha sumido a España en una inestabilidad crónica.

Y es que, el Ejecutivo de Sánchez, en su afán de perpetuarse en el poder, ha transformado la democracia en un espectáculo de intereses sectarios y pactos opacos. En lugar de fortalecer las instituciones y garantizar el bienestar común, ha generado una política de clientelismo, donde las concesiones a separatistas, populistas y grupos de presión se han convertido en moneda corriente.

Como conclusión podemos afirmar que la España de Pedro Sánchez es el reflejo de una democracia que se autodestruye por la manipulación y el abuso del concepto igualdad y la libertad, donde la impertinencia se ha convertido en derecho, el irrespeto a las leyes en un signo de progreso, la imprudencia en las palabras en una falsa equidad. Ante este panorama, si la sociedad no reacciona a tiempo, el deterioro de nuestras instituciones podría ser irreversible. La democracia no puede sustentarse la mentira, la impunidad y la fragmentación social.

Advierto una vez más, que si queremos evitar la ruina política y moral de España, es urgente recuperar los principios fundamentales de la libertad responsable, la igualdad ante la ley y el respeto por las instituciones. De lo contrario, la advertencia de Isócrates no será solo una reflexión atemporal, sino una profecía cumplida.