Decadencia
Europa tiene algunos problemas gravísimos y ninguno de ellos se llama Putin. La despreciable Ursula von der Leyen, a la que ni un solo europeo ha votado para estar donde está, se dedica últimamente a tomar decisiones críticas sobre el futuro de quinientos millones de personas sin rendir cuentas a nadie. ¿Cómo se le llamaba a eso? Desde que la ideología woke infectó los cerebros ya pobremente dotados de todos esos burócratas de Bruselas, el continente no ha hecho más que perder posiciones a un ritmo vertiginoso. De la grandeza pasada no queda nada más que los monumentos. La mayoría no se da cuenta, o no quiere hacerlo, porque es triste de narices, pero estamos de capa caída ya desde hace mucho y esta pandilla de inútiles que nos gobiernan solo van a diseñar el ataúd en el que encerrarnos para siempre. Desde la cúspide donde nos vampirizan los setecientos eurodiputados y los sesenta mil funcionarios que les sirven solo se dedican a dificultarnos las cosas a base de hiperregular cualquier actividad.
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