Amaya Michelena
Amaya Michelena

Jefa de sección (Domingo)

Decadencia

TW

Europa tiene algunos problemas gravísimos y ninguno de ellos se llama Putin. La despreciable Ursula von der Leyen, a la que ni un solo europeo ha votado para estar donde está, se dedica últimamente a tomar decisiones críticas sobre el futuro de quinientos millones de personas sin rendir cuentas a nadie. ¿Cómo se le llamaba a eso? Desde que la ideología woke infectó los cerebros ya pobremente dotados de todos esos burócratas de Bruselas, el continente no ha hecho más que perder posiciones a un ritmo vertiginoso. De la grandeza pasada no queda nada más que los monumentos. La mayoría no se da cuenta, o no quiere hacerlo, porque es triste de narices, pero estamos de capa caída ya desde hace mucho y esta pandilla de inútiles que nos gobiernan solo van a diseñar el ataúd en el que encerrarnos para siempre. Desde la cúspide donde nos vampirizan los setecientos eurodiputados y los sesenta mil funcionarios que les sirven solo se dedican a dificultarnos las cosas a base de hiperregular cualquier actividad.

Y mientras ellos generan leyes como locos, el motor económico de la UE, Alemania, encara su tercer año en recesión, precisamente por las trabas que se le imponen a su principal industria, la automotriz, donde China le come ya por los pies. La segunda potencia europea, Francia, experimenta su peor declive en manos de un Macron incapaz de dejar sitio a alguien más capaz. El Reino Unido nos abandonó en buen momento, antes de que el barco se hunda del todo. Dicen los expertos que en 2050 ningún país europeo estará entre las diez primeras economías del mundo. Basta viajar un poco para saberlo. Eso, que parece no tener importancia, significará que dejaremos de vivir bien. Porque seremos pobres.