Extensa resultaba ser la lista de cantos infantiles, lamento no poder bravejar ni mucho menos. Algunos años atrás podía canturrearlas, me lamento de ello, no han transcurrido tantos y por el contrario, por lo visto mi casette se ha oxidado. Algo parecido me debió ocurrir la semana pasada al escribir de juegos, dando por hecho que confeccionaba junto a mis amiguitas juegos a base de agujas de tender.
Me pasé de largo diciendo que hacíamos cowboys y caballitos. ¡Por Dios! Menudo disparate los montadores de los mismos eran los chavales, los había de auténticos mañosos, hacían cuanto se proponían, en cambio las niñas disponíamos de una caja de cartón, la mayoría de veces proveniente de los zapatos blancos estrenados por el Corpus Christi, o los acharolados de Navidad. Eran muy provechosas porque su pequeño tamaño daba cabida a los muñequitos de piedra, aquellos chiquitines de unos doce o catorce centímetros de largo, junto a retales que recogíamos de las peticiones a nuestras vecinas, las modistas que no tenían inconveniente en ello, añadíamos unas tijeritas, aguja, hilos y dedal. La gozada y el disfrute era de repicatalons. Uno de los juegos ideales para sentarnos en algún portal. Por cierto al recordar el de los señores Florit de la placeta de san Roque, debí añadir, que aquella familia al abandonar el palacete del paseo de Augusto Miranda, antiguo consulado de cierto país europeo, es posible que fuera el de Holanda, lo que sí sé y mis mayores me lo aseguraron, es que desde el sótano bajaban al puerto de Mahón, calculo que en la zona entre el antiguo almacén de lejía y jabones de la familia Olive es lejieros. Y continuando con los Florit fueron una familia muy apreciada por sus vecinos, por su amabilidad y sencillez, pasaron a un precioso caserón frente a aquella fuente hecha con piedra natural de la cual he intentado averiguar donde debió ir a parar cuando desmantelaron mi placeta, la de san Roque.
Hubo muchos más juegos, son tantos que mi director debería ofrecerme una página entera y lo veo difícil, nuestro periódico va saturado, ¿quién sabe, con el tiempo y una caña lo logre? Continúo comentando cosas que iban sucediendo en las noches de verano cuando se respiraba una suave brisa, tras sufrir el fuerte calor de s’estiu, era el apropiado para jugar al ‘corro chirimbolo, qué bonito es’. Aquel que cantaba a «una señora gorda por el paseo, ha roto una farola con el sombrero» etc. De llegar alguna niña con una cuerda continuábamos disfrutando con «al pasar la barca, me dijo el barquero las niñas bonitas no pagan dinero». No puedo ni debo olvidar la dedicada a santa Teresita del niño Jesús con aquel cantar que dice «Dicen que santa Teresa tiene una fuente de oro, donde lavan las muchachas los pañuelos de su novio», continuaban coreando a palmas el ruedo formado por las niñas.