Pau Faner
Pau Faner

Escritor

Les coses senzilles

Un año de mortadela

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Hace ya algún tiempo en este lugar mi padre me daba un bistec dentro de un panecillo para desayunar. Mi padre era cocinero y podía hacer estas cosas incluso en las postrimerías de los años cincuenta, cuando, según él, aquel bistec costaba lo menos siete pesetas. Si el bistec era muy aparente, me decía: «Este es un bistec de Capitán General con Mando en Plaza». Él debía de saber estas cosas, porque durante la guerra civil, mientras los soldados y los voluntarios se mataban en el frente, los capitanes generales con mando en plaza comían buenos bistecs. Las cosas siempre han sido así. El pez gordo se come al chico. Eran tiempos difíciles. Lo normal era desayunar pan con aceite y sal, pa amb tel o a lo sumo pan con tomate. Por cierto, la leche había que hervirla para que no se agriara, y formaba en la superficie esa capa de nata que espolvoreada con azúcar sobre el pan hacía las delicias de los niños (y de las niñas). Eso también era diferente, por «niños» se entendía niños y niñas, y en lugar de decir para todos y para todas, o viceversa, se decía, simplemente, «para todos». Hoy algunos dicen, por contra, «para todas». Entonces las mujeres lo tenían aún más difícil. Se echa de ver que las cosas han cambiado.

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A la pregunta de qué se entiende hoy por un desayuno sano, no sale nada de lo dicho. Hoy un desayuno conveniente puede consistir en avena con frutas, que es algo rico en fibra, cuando antes la fibra era una tireta, un azote que algunos padres guardaban detrás de la puerta. Otros dicen que yogur griego con frutos secos es un buen desayuno, fuente de proteínas y muy rico. Entonces rico, rico solo había uno en el pueblo. Otro desayuno actual: tostadas integrales con aguacate. Por supuesto que nunca vi aguacates durante mi niñez, ni tampoco yogur, ciertamente. Claro, es que yo soy del siglo pasado. Otra recomendación de las de hoy en día: batido de frutas y verduras. Entonces la verdura que más se imponía por el olor era la coliflor hervida. Una última recomendación de ahora mismo: Huevos revueltos con espinacas y champiñones. No había champiñones; había setas cuando llovía moderadamente en otoño. Las espinacas eran para Popeye y los huevos revueltos se hacían con tomate.

Intrigado con esos cambios y con el hecho de que ahora los jóvenes son más altos, le pregunté en cierta ocasión a una alumna en qué solía consistir su desayuno. Me enseñó el bocadillo y dijo: «Yo es que hago un año de jamón york, y luego un año de mortadela y así…».