En pocas palabras

Extraños despertares

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De madrugada solemos tener los mejores pensamientos, miles de proyectos se nos presentan realizables y hasta nos vemos capaces de solucionar los más complicados jeroglíficos de esos que guardan los secretos de nuestra existencia. Es en esa hora mágica entre la somnolencia y el perezoso despertar donde nos vemos cabalgando sobre nubes, conquistando fortalezas, invictos en todo tipo de batallas, conquistadores de sueños con la capacidad de hacerlos realidad aunque sabemos somos conscientes de que la realidad es otra, será otra en cuanto nuestro cerebro logre encajar sus mecanismos y nos ponga a cada uno en el lugar que nos corresponde.

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Será cuando ante el espejo de nuestro cuarto de baño, inmersos en la rutina de los primeros minutos, cuando cepillemos nuestros dientes y hagamos repetidos enjuagues, cuando nos engañemos de nuevo sobre eso de que «no estamos mal del todo» aunque las ojeras nos lleguen a los pies y no aceptemos el dicho de que «la cara es el espejo del alma», porque pensar que la tenemos horrorosa es como reconocer que nuestra alma es negra, terroríficamente negra, apagaremos las luces y tomaremos las suficientes sombras para disfrazarnos de falsas bellezas y bondades, porque no nos conviene ni conviene a los demás que la realidad sea la protagonista. Solo ese café matutino humeante y la ojeada de siempre a la prensa matutina y camuflados entre otros idénticos a nosotros, mientras el tintineo de la cucharilla rompe la espuma, como un extraño despertador, nos recuerda que la vida nos espera para la lucha diaria en la que no sabemos si vamos a ser vencedores o vencidos.