El papa Francisco, de 88 años, sigue hospitalizado desde el 14 de febrero por una neumonía que evoluciona con una «gradual mejoría».
Hoy se cumplen doce años desde que Jorge Mario Bergoglio fue elegido en el cónclave de 2013. La salud del Pontífice suscita muchas especulaciones: recuperación, larga convalecencia, renuncia o fallecimiento.
Los rumores sobre quién será el 267 sucesor de quien lleva el anillo del Pescador se alimentan con listas de ‘papabilis’ que los vaticanólogos se apresuran a dividir en conservadores moderados y reformistas progresistas. Un análisis demasiado basto porque habrá sorpresas.
Proclama el antropólogo Elio Masferrer que «el colegio de cardenales, compuesto por 137 electores, es la obra maestra de Francisco. Se acabó el monopolio de los italianos, europeos y norteamericanos. La mayoría vienen del mundo misionero católico, donde están las nuevas fronteras del catolicismo. Africanos, asiáticos y polinésicos renuevan y configuran un cónclave multiétnico y pluricultural». El 80 por cien de los que podrán votar han sido nombrados por este Papa.
Pero el cónclave no ha sido convocado porque empieza ahora el tiempo de la prórroga para este papa jesuita que vino de Buenos Aires para gobernar la Iglesia católica con estilo franciscano, sin oropeles ni parafernalia. Su etapa no ha terminado.
Francisco se recuperará y no renunciará. Desde el conocimiento y el discernimiento, escribe José Manuel Vidal: «Este Papa que llegó para revolucionar la Iglesia con su sencillez y su cercanía, se consumirá en el servicio, se quemará en la tarea como él mismo prometió».
Lo hará mermado y tocado. «Sigo aquí, con ustedes, hasta el final» como dijo en su último mensaje. Pero como «se gobierna con la cabeza, no con la rodilla» proseguirá con nuevas decisiones tras la abolición del secreto pontificio, la tolerancia cero con los abusadores y la acogida de las víctimas. También con la apertura del altar para las mujeres.