En este país, la inmensa mayoría de la gente prefiere quitarse de comer y pasar frío para no derrochar en calefacción, y así poder pagar la hipoteca. Por un lado, por miedo al desahucio, y por otro por seriedad, compromiso y responsabilidad. De ahí que a todos nos doliera en el alma el regalazo que el Gobierno decidió hacerles a las cajas de ahorro cuando quebraron, sacando de nuestros bolsillos una catarata de dinero para enjuagar sus malas prácticas y su sinvergonzonería. Qué fácil es hacer cosas con el dinero de otro. Es mágico, parece que cae del cielo. Así es que el Gobierno de Pedro Sánchez, como los anteriores y como los que vendrán, se dedican con alegría a despilfarrar aquí y allá, hacer promesas y firmar contratos que se pagan con el dinero de todos. Y cuando no basta, porque España no es un país rico precisamente, pues nada, se tira de préstamos o de limosnas europeas y a correr. Eso lo saben bien las Comunidades Autónomas, las diputaciones, los Consells y los ayuntamientos, que siguen las mismas prácticas. Hay normas y límites, por supuesto, pero también tantas rendijas para saltárselos que el que no corre y no vuela es porque no quiere. ¿Qué clase de políticos tenemos? Bazofia en buena parte. Porque mientras unas comunidades se automachacan para hacer frente ya no al pago de su deuda millonaria, sino solo a sus intereses -también millonarios-, otras siguen acumulando pérdidas año tras año con la certeza de que el marrón, a la postre, se lo comerá otro en otra legislatura. Catalunya se cree diferente. Y tal vez lo es, porque tiene más jeta que nadie y esas ínfulas de superioridad que lo único que demuestran es que robar y estafar a los demás no les supone el menor sonrojo.
El rayo verde
Catalunya
02/03/25 4:00
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