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Los periodistas especializados en información parlamentaria se concentraron el miércoles en el Congreso de Diputados para denunciar que se sienten señalados por otros colegas. En concreto, acusan a Vito Quiles y Bertrand Ndongo de acosarles y de ejercer un tipo de periodismo con el que no están de acuerdo. El asunto merece un amplio debate que seguramente enriquecerá el papel del degradado oficio de periodista. Es cierto que tanto Vito Quiles como Bertrand Ndongo hacen un tipo de periodismo diferente al resto. Entre otras cosas porque hacen preguntas que los otros no se atreven a hacerlas, bien por no incomodar a determinados políticos o por no ir en contra de la línea editorial de su propio medio de comunicación, lo cual me merece todo el respeto del mundo y lo comprendo.

Si alguien revisa las redes sociales y puede ver algunos de estos vídeos de Quiles o Ndongo podrá confirmar que mayoritariamente hacen preguntas pertinentes, a su manera, pero que son oportunas desde el punto de vista periodístico. Era lo que hacían hace unos años los reporteros de «Caiga quien caiga» y que tanta gracia nos hacían. Y no olviden lo que nos reíamos con las preguntas impertinentes de Évole. Por ejemplo, Quiles ha mostrado un vídeo donde le hacía una serie de preguntas a Monedero en plena calle sobre las acusaciones de acoso sexual que pesan sobre el fundador de Podemos. ¿Es poco periodístico preguntarle a Monedero sobre las denuncias de distintas mujeres de su partido o alumnas? ¿Se puede considerar señalamiento preguntarle a Ábalos sobre su supuesta novia que cobraba 1.500 euros por viaje oficial y que vivía gratis en un apartamento en Madrid gracias a la supuesta trama política de Aldama y Koldo? Rotundamente no.

Sobre señalamientos a periodistas, la gente no puede olvidar las burlas que sufrió Ketty Garat, periodista de «The Objetive», cuando destapó en exclusiva el caso Jesica y los excesos de Ábalos. El tiempo le ha dado la razón y no me consta que ningún colega se haya disculpado. El problema de esta profesión no son los señalamientos inofensivos contra algunos periodistas. El problema es mirar permanentemente hacia otro lado cuando los escándalos de corrupción los protagonizan los amiguetes.