La cultura no es solo una manifestación artística, sino un motor esencial para el desarrollo económico y turístico. En los últimos años, el interés por las experiencias culturales ha crecido significativamente, superando incluso los niveles previos a la pandemia. La afluencia masiva a monumentos, teatros, festivales, librerías y museos refleja una realidad evidente: el público ya no solo busca consumir cultura, sino vivirla y compartirla.
Este renacer cultural ha ido acompañado de una transformación en la industria turística. Las empresas del sector han sabido adaptarse a una demanda que busca algo más que sol y playa: experiencias auténticas donde la cultura se convierta en el verdadero atractivo del destino. Visitas guiadas, teatralizadas, festivales de referencia y museos con formatos innovadores son solo algunas de las iniciativas que demuestran cómo la cultura y el turismo, juntos, generan un valor añadido único. Menorca tiene una oportunidad clave en esta transformación. Su riqueza patrimonial —Menorca Talaiòtica, las fortificaciones del puerto de Mahón, su patrimonio religioso y tradicional— debe ser un símbolo distintivo de la isla.
El debate sobre quién financia la cultura sigue abierto. Según el Observatorio de la Cultura 2024, presentado el pasado 29 de enero y elaborado por la Fundación Contemporánea, el 64,8 por ciento de los ingresos del sector provienen de fondos públicos, mientras que las organizaciones privadas aportan el 19,8 por ciento y el público contribuye con el 15,4 por ciento. Estos datos reflejan una fuerte dependencia de la financiación estatal, lo que plantea interrogantes sobre la sostenibilidad del modelo actual.
Mientras tanto, las empresas culturales y turísticas asumen un esfuerzo considerable, tanto económico como personal, para garantizar una oferta cultural de calidad. A pesar de representar una menor parte del financiamiento global, su papel es esencial para la innovación y la diversificación de propuestas. Sin embargo, las dificultades de acceso a subvenciones, créditos y otros mecanismos de financiación siguen siendo un obstáculo, lo que subraya la necesidad de estrategias de apoyo y colaboración público-privada para fortalecer la estructura cultural y garantizar su viabilidad a largo plazo. Establecer mecanismos que favorezcan la cofinanciación de proyectos puede ser un buen camino hacia esa inversión.
Cuando hablamos de quién y cómo se paga la cultura, uno de los temas más controvertidos es la competencia entre lo público y lo privado en la gestión del patrimonio cultural. Desde Abactur hemos trasladado en distintos foros y ante diversas administraciones el agravio que supone la diferencia de trato entre los espacios patrimoniales privados y los públicos. Creemos que la administración debe adoptar una visión más abierta y equitativa, promoviendo y colaborando con los recintos privados que, además, «no le cuestan nada», del mismo modo que lo hace con los espacios públicos. Es fundamental garantizar que todos los agentes involucrados en la conservación y promoción del patrimonio puedan tener oportunidades de visibilidad y apoyo, de ahí la apuesta por la cofinanciación.
Nuestra asociación participa en el grupo de trabajo sobre Patrimonio Cultural del Pacte per la sostenibilitat econòmica, social i ambiental de les Illes Balears, convocado por el Govern de les Illes Balears. En este espacio, entre otros temas, se ha debatido sobre la llamada «mercantilización» y «turistificación» del patrimonio. Desde el primer día manifestamos que el uso de estos términos, a menudo con una connotación negativa, menosprecia el trabajo de las empresas que nos dedicamos a la gestión del patrimonio cultural. Lejos de ser una mera explotación comercial, nuestra labor contribuye a la conservación, dinamización y difusión del patrimonio, asegurando su sostenibilidad y acercándolo tanto a residentes como a visitantes. El patrimonio no debe verse solo como un recurso turístico, sino como un elemento esencial de identidad y orgullo cultural, que perdura en el tiempo gracias a una gestión responsable y comprometida.
El Observatorio de la Cultura 2024 ha destacado entre las propuestas más relevantes —y a la vez más visitadas— de Baleares la Catedral de Palma, Menorca Talayótica, Dalt Vila, La Lonja y el Castillo de Bellver. Muchos de estos espacios están bajo gestión pública, lo que demuestra que la llamada «mercantilización» difícilmente puede atribuirse exclusivamente a las empresas privadas. En el caso de Menorca, también nos encontramos con una gran dependencia de lo público sobre lo privado. Según diferentes fuentes, los monumentos más visitados son la Illa del Rei, la Fortaleza de La Mola, Lithica, la Naveta des Tudons, Torralba d’en Salort y la Catedral de Menorca. En muchos de estos casos, nos encontramos con una gestión privada de espacios de titularidad pública o privada. Esto nos reafirma en el papel crucial que desempeñan las empresas privadas en el mantenimiento del patrimonio, asegurando su conservación sin depender de subvenciones públicas. Antes bien, contribuyen a su supervivencia mediante la generación de recursos propios.
Con este análisis pretendemos destacar la necesidad de fortalecer la colaboración público-privada e impulsar la inversión y la innovación en cultura y turismo para lograr un desarrollo sostenible. Hay que trabajar en invertir recursos en el mantenimiento y la investigación, reinvirtiendo los ingresos que genera el turismo en dicha labor. Apostar por la cultura como motor turístico no solo mejora la experiencia del visitante, sino que también genera empleo y dinamiza nuestras islas.
Es momento de replantear el debate sobre su financiación y reconocer el papel clave de las empresas privadas en la conservación del patrimonio. Más que preguntarnos quién paga la cultura, debemos asegurar que siga siendo un motor de desarrollo para todos. Si apostamos por esta visión, Menorca puede convertirse en un referente en la gestión del patrimonio, demostrando que cultura y turismo pueden convivir de forma sostenible, enriqueciendo tanto a los residentes como a sus visitantes.