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Éramos pocos y parió la abuela. Trump, otra vez presidente de EEUU. Confunde a España con un miembro de los BRICS, que más bien me suena a tetrabrik, amenazándonos con aranceles del cien por cien, ya que la aportación a la OTAN es inferior al 5 por ciento. A su investidura no invita a nadie del Gobierno español, tampoco de otros países que no sean acordes con su política, y se rodea  tan solo de aquellos que lamen el juguillo mantecoso que emana de su vía rectal, entre ellos Abascal, al que Trump no sabe muy bien de qué conoce y de qué país es, pero, bueno, siempre hay algún consejero que se lo chiva a la oreja y le dice que aquel muchacho varonil de barba afilada no es de origen árabe y sí español, país que en primera instancia al Pato Donald le parece que hace frontera con México, cerca del ‘golfo de América’.

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Una obispa le pide en público piedad con los más vulnerables y clasifica su actuación como mala y que le debe pedir perdón. Observando el interrogatorio del juez Carretero a Mouliaá, me llegaría a parecer normal que Trump hiciera el mismo cuestionario a la víctima. Al juez, apodado ‘El Pistolas’, de nula empatía, solo le faltó preguntar con mala leche cómo iba vestida para dar por sentado que de esa manera una mujer que se precie de serlo no debe salir a la calle, que luego se extrañan de que sucedan estas cosas. La pregunta sobre el miembro viril causa perplejidad total, como si la mujer tuviera que responder por el acusado. Es un modo de hacerla sentir culpable de que el otro supuestamente se la sacara. Trump actuaría del mismo modo. H

ace años tuve un compañero de trabajo muy machista que para justificar sus acciones, fueran cuales fueran, soltaba en voz alta: «aquí hay un hombre», un himno a la estupidez supina. Curiosamente, también le apodaban ‘El Pistolas’ y estaba anclado en mitad del siglo pasado como el juez Carretero o Trump. Pero estos manejan nuestras vidas para mal.