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Yo creo que es uno de los  bienes más hermosos que posee la humanidad. Por poco dinero, tenemos mil formas de escuchar la música que más nos apetezca oír; levantarte con ella cuando estamos de bajón, nos ayuda a enfrentarnos al día a día con una sonrisa y mucho más ánimo. En mi caso también me ayuda a moverme con soltura por toda la casa, al ritmo de su compás.

Desde los tiempos más antiguos, siempre hubo música... para acompañar a las grandes gestas... para amansar las fieras... para consolar las pérdidas; para festejar las cosas buenas y ayudar a llorar con las malas. Para todo hay una canción o una música adecuada.

Recuerdo que cuando tuve una depresión a los 40 años, la canción de Serrat me ayudaba a levantarme: «Hoy puede ser una gran día, plantéatelo así…». Yo me levantaba pensando qué cosas buenas me ocurrirían; después de un tiempo me pasé a «Las cuatro estaciones» de Vivaldi. Mis hijos acabaron odiándola de tanto escucharla en casa, pero a mí me daba paz y me animaba a trabajar, aunque no tuviera ganas. Me gustan casi todas las músicas, depende del momento; menos las raperas modernas. Puedo deleitarme igual con cantantes de hoy, como Malú o Laura Pausini, Bisbal, Bustamante; con voces folclóricas como la Pantoja, Rocío Jurado, Miguel Poveda, etc. Y por supuesto con las óperas y toda la  música clásica.

La música bailable me chifla, no puedo dejar de moverme cuando las escucho, me da igual un tango que un vals, un pasodoble, un bolero, un foxtrot, un rock o una bachata; y si no tengo una pareja a mano, bailo sola y tan feliz. En los clubs de jubilados hay pocos hombres que sepan o quieran bailar. Yo bailo, primero con mi marido, que aprendió por mí; pero cuando se cansa bailo con otras mujeres, con tal de que sepan... El baile es sin duda mi «deporte favorito», mientras danzo se me olvidan todas las penas y de repente no me duele nada; es pura magia para mí.

Ahora que tenemos Radio Tramontana, que pone música las 24 horas del día, los 365 días del año... es fantástico, la tengo en mi móvil, y si una noche me cuesta dormirme; me la pongo muy bajita y acabo durmiendo, sin otro somnífero.

Cuando voy de viaje, me acompaña a todas partes; donde me chocaba más escucharla fue cuando estuve en Austria y Suiza; con el habla alemana de fondo, y yo con mi música española.