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Ahora sabéis, ya, qué lecturas hace el presidente del Gobierno. O, ¡sed cautos!, lo presumís. Probablemente no ha leído –y debería– el discurso que pronunciara, un 18 de Julio de 1938, Manuel Azaña, conocido con el bellísimo título de «Paz, piedad y perdón». Con toda seguridad el sr. Sánchez prefiere la novela de Larry Beinhart «Wag the Dog» que, en 1997, fue llevada al cine con el título (en español) de «Cortina de humo». Una sinopsis de la película reza así: «Tras ser pillado in fraganti en una situación escandalosa, el presidente de los Estados Unidos decide inventarse un conflicto que desvíe la atención de la prensa (y de la ciudadanía)» Lo que en el relato de Beinhart era una guerra, en la España actual se muda en la conmemoración de la muerte de Franco, bajo pretexto de que lo que se festeja es la llegada de un sistema democrático. Mientras el dictador cope tertulias más o menos amañadas, no se abordarán otros temas más acuciantes, no para el socialismo español, sino para quien lo mal utiliza para perpetuarse en el poder... Esta es vuestra cortina de humo. Y sí, por ende, estos fastos sirven para etiquetar a los anti-sanchistas de fachas, erosionar a la Corona y avivar el miedo en el pueblo con un neo «que viene el lobo», pues, ¡oiga!, ¡perfecto! Todos los ególatras, al sentirse acorralados, han obrado de igual forma. Bastaría con recordar al dictador argentino Galtieri y las Malvinas, por poner tan solo un ejemplo…

No obstante, la recuperación de vuestras libertades no se produjo en 1975 con la muerte de Franco, sino un 31 de octubre de 1978, cuando las Cortes Generales aprobaron vuestra Constitución y, definitivamente, el 6 de diciembre del mismo año al ser ésta ratificada –y por tanto democráticamente aceptada– en un referéndum con un apabullante número de votos a favor. Una Constitución que –bueno será recordarlo– contó con el apoyo de, entre otros, UCD, PSOE, PCE, UGT, PSA, CC.OO., etc... ¡Memoria histórica!

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Así que te dejarás llevar ahora por el lema de Azaña, no sin antes recordar a vuestro gobierno y especialmente a su número uno, que las cortinas de humo están formadas precisamente de eso: de humo. Un humo que se disipa con inusitada rapidez devolviendo la imagen real –y además acentuada– de lo que verdaderamente ocurre. Y sí, de la mano de Azaña, desearías festejar, más que la muerte de un dictador, la talla de un gran estadista, Adolfo Suárez, que se la jugó literalmente en tiempos oscuros con incesantes ruidos de sables; la legalización del Partido Comunista; la capacidad de llegar a acuerdos entre distintas formaciones políticas aunque algunas, entre sí, se hallaran en las antípodas; el fracaso del 23F; la existencia de estadistas (Gutiérrez Mellado, Tierno Galván, Julio Anguita...); los Pactos de la Moncloa (algo actualmente impensable); los triunfos electorales de la socialdemocracia o, si se quiere, de la izquierda y de la derecha moderadas; la capacidad de cambiar de opinión pero sometiendo ese cambio a refrendo popular (OTAN y Felipe González), etc... Y, en el terreno del arte, celebrar el instante preciso en el que Juan Genovés dio su última pincelada a tu adorado «El abrazo».

Por tu parte no contribuirás a perpetuar el humo y modestamente te esforzarás por hacer factible, de una puñetera vez, el sueño de Azaña: vivir en una España en Paz en la que el odio no vuelva a tener cabida.