Es antigua costumbre periodística que al empezar un año, y tras los obligados resúmenes y balances del anterior destacando grandes acontecimientos, se formulen pronósticos para el recién empezado, que en este caso es el 2025. Cuyo calendario de regalo doy por supuesto que ya obra en su poder; a mí me lo dieron en la farmacia, cosas de la edad. Así pues, lo primero es colgarlo en sustitución del de 2024, pues de lo contrario mal empezamos. ¿Y luego? Bueno, ese es el problema, aunque no vale la pena preocuparse porque se trata de un problema que se arregla con el tiempo. Pronósticos, decía. Quizá he contado alguna vez mis dificultades para cumplir esa tradición periodística, ya que cuando hago el resumen y balance del año finalizado, completando la mitad de dicha costumbre anual, descubro que no se diferencia en nada del pronóstico por hacer, y a mí no me gusta nada repetirme. Además, predecir lo mismo que antes se rememoró es de muy mal efecto, poco positivo, por lo que si me invento algo me salen pronósticos indolentes, muy desangelados.
Oraciones
Pronósticos indolentes
05/01/25 4:00
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