Adolfo Vilafranca empezó el 2024 con un objetivo político que quedó en una buena intención: aprobar los presupuestos de la primera institución de Menorca con la abstención de la oposición.
«Estamos dispuestos a ceder para quitar el bloqueo y dar estabilidad al Consell; el presupuesto es una hoja en blanco, haremos las cesiones necesarias», declaró a «Es Diari» en enero del año pasado.
Vilafranca, que estaba dispuesto a aceptar las enmiendas del PSOE, despidió el 2024 sin Josep Juaneda y con las cuentas prorrogadas. Las que, en 2023, había aprobado el tripartito de izquierdas, hoy transformado en bipartito PSOE-Més, porque Podemos carece de representación en el Consell, con Cristina Gómez emigrada al Parlament.
El presidente insular está gobernando en minoría, lo que le exige un alambicado ejercicio de equilibrios inestables, renuncias y tropiezos. Nadie le dijo que sería fácil, la tarde frenética en que Coya Sugrañes y Cristóbal le convencieron para encabezar la candidatura del PP.
Tanta oposición ejercen PSOE y Més como Vox. En el primer caso con fiereza y resabio, mientras que Maite de Medrano sigue sin saber ni contestar, siempre al albur de acontecimientos imprevisibles por los que se deja llevar, impertérrita.
A pesar de la pinza con la que PSOE-Més y Vox mecen la cuna del equipo de gobierno del PP, Vilafranca empieza el 2025 con presupuestos aprobados. Son las cuentas que había redactado con mimo. Las ausencias de Susana Mora y Eduardo Robsy, que se marchó de vacaciones demasiado lejos, permitieron al PP esquivar el esperado boicot de Vox.
Ahora viene lo más complicado, gestionar. Vilafranca cuenta con el eficaz instrumento presupuestario, pero la oposición suma mayoría en el pleno y tiene capacidad de bloqueo. El 2025 deparará sorpresas en la política menorquina. Ahora está todo por escribir. Que haya paz y más sosiego.