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3-XII-24 martes

Despedida a Juan Carlos Ortego, un gran periodista y mejor persona, que me honró aceptando mi ofrecimiento de fer una xerradeta cuando él mismo me comunicó-en un fugaz encuentro en Es carrer nou, repleto de viandantes -que estaba despidiéndose de los amigos. Me quedé consternado y paralizado por la confesión.    Tardé un par de semanas en reaccionar. En mí se debatían dos actitudes a tomar, la más nuestra (y cómoda) de «no molestar» y dar la callada por respuesta (compungida, eso sí), o coger el toro por los cuernos y llamar al viejo amigo en tremendas dificultades. Mi mujer, aragonesa aguerrida, que de relaciones humanas sabe bastante más que yo no tuvo ninguna duda:

- Llámale. Los menorquines sois muy parados para estas cosas...

Y así lo hice y creo que fue una buena decisión, dada la respuesta acogedora de Juan Carlos a mi sugerencia de la xerradeta, que al final fueron varias (no olvidaré su satisfacción cuando me contaba su reciente viaje/despedida a sus amadas tierras burgalesas), y acompañadas por un fluido wasapeo hasta hace unas pocas semanas en que me escribió que se le acababan las fuerzas y se veía ya al final del camino. La moraleja es clara: no hay que tener miedo en estas circunstancias ni escurrir el bulto al amparo de un evasivo «no molestar». Debe de molestar mucho más la indiferencia. Veremos (todos lo experimentaremos tarde o temprano).

8-XII-24 domingo

Debieron estar allí. La reinauguración de la catedral de Notre Dame era algo más que un acto religioso: una demostración del poderío cultural de la vieja Europa en tiempos amenazadores, un acto simbólico al que debieron    haber asistido los reyes, el presidente del Gobierno y el señor Urtasun, un ministro de Cultura que resucita los viejos tics de la izquierda comecuras... Como también debió estar el presidente del Gobierno en el funeral de Valencia, otro acto que trasciende su carácter religioso. Los reyes, por su parte, acertaron de pleno acudiendo al funeral para abrazar y consolar a tanto familiar doliente.

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9-XII-24 lunes

Temporal matutino que impide el juego de las pelotitas con Flash, el pequeño snauzer que gime dolido y desorientado. Opto por adelantar la lectura de «La Vanguardia» (luego vendrán «El País» y «The Objective» este último para compensar), y me enfrasco en un artículo de Antoni Puigverd cuyo    último párrafo transcribo: «No se sabe adónde puede llegar el instinto trágico de la política española. Es una constante histórica, ahora exacerbada por el contagio internacional. Sin embargo, mientras haya ciudadanos dispuestos a ponerse en medio de los que se pelean y dispuestos a jugarse la cara por la reconciliación, no se podrá descartar la hipótesis de un giro pacificador y de un regreso a la lealtad perdida».

La apelación a la reconciliación de Puigverd me trae a la memoria el primer artículo que publiqué en «El País» (perdón por la autocita), y que se titulaba precisamente «Buenas noticias: podemos salir de las trincheras» (»El País» 6-X-2008), mientras    el entonces presidente Zapatero proclamaba con voz engolada que España «estaba en la champions de la economía, al tiempo que los cobradores del frac empezaban a husmear en nuestras alicaídas cuentas públicas que acabaron como acabaron, al borde de la quiebra. ¿De veras que ya podemos salir de las trincheras? Me pregunto hoy, lustros más tarde… ¿Dónde están esos ciudadanos dispuestos a ponerse en medio de los que se pelean? Hoy por hoy el electorado mundial oscila cada vez más hacia la derecha ultramontana. Y estos no van de componendas…

11-XII-24 miércoles

El prestigioso semanario «The Economist»    escoge a España como la mejor economía del mundo en 2024, basándose en indicadores macroeconómicos y financieros. Es de esperar que los «españoles de bien», como les gusta autodenominarse a algunos, se alegren por la noticia…

Bon Nadal a tothom.