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A partir de hoy, cinco años después del incendio que conmocionó al mundo, la Catedral de Notre Dame vuelve a abrir sus puertas restaurada. Se podría decir que ha resurgido de sus cenizas. Si estudiamos el proceso que ha llevado a ello, aprenderemos mucho. Son obras que van mucho más allá de lo individual y actual. Aquí tenemos la Sagrada Família de Barcelona, templo de estilo modernista ideado por Antoni Gaudí, que sigue en construcción 135 años después. Ocupados con las nimiedades de la política y de los medios de comunicación de masas, apenas sabemos pararnos a pensar, meditar o rezar. Sería una verdadera revolución para esta sociedad, desde luego, que está formada en su mayor parte por militantes, espectadores, consumidores y demasiada gente estresada y cabreada como forma de vida.

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Hemos llegado a un punto crítico en el que la ciencia, el arte, la religión o la filosofía son terrenos desconocidos o vedados para el gran público. La incultura es como la criptografía. Todos los mensajes se convierten en secretos inaccesibles. Tal vez siempre lo han sido, pero no tanto como ahora, donde la inteligencia se está volviendo artificial y la gilipollez es algo cada vez más natural.

Tampoco conocemos mucho sobre historia. Sólo la que nos cuentan. Divulgar no debe limitarse a lo vulgar. Creemos que la vida es lo que tenemos por delante, cuando la vida real y auténtica, es todo eso que vamos dejando atrás.