Como todos los colectivos de sectores esenciales, al amparo de la trascendencia que tiene su labor para la sociedad, el de bomberos reivindica mejoras propias que redunden en la seguridad de todos pese al riesgo que suponen sus posturas de fuerza.
En Menorca asistimos al nuevo pulso entre los profesionales de Ciutadella, especialmente, y los gestores del Consell que en esta y la anterior legislatura no han sido capaces de impulsar soluciones que estabilicen el servicio. De momento, el plante para realizar horas extras reduce sus prestaciones actuales.
La prueba más evidente de que las decisiones no han sido efectivas es que la plantilla actual no llega a los 50 bomberos, es decir, prácticamente el mismo número con el que ya contaba hace 8 años. El dato es significativamente negativo si consideramos que en los últimos cuatro se han desarrollado en Menorca hasta dos cursos de formación que sumaban un total de 30 nuevos profesionales capacitados, tras haber superado la exigente oposición.
Entre las jubilaciones de los más antiguos y la inestabilidad por los contratos temporales de los nuevos que acaban marchándose porque encuentran otro trabajo, resulta que esa prometedora formación en la Isla no ha permitido que los parques estén más y mejor dotados, como era el propósito.
En este tiempo el Consell se gastó un dinero encargando un nuevo plan estratégico para el servicio, elaborado por un prestigioso ingeniero de Lleida que, con la llegada del nuevo gobierno, fue desestimado porque no estaba dimensionado a la realidad insular.
A todo ello se suma una demanda de los interinos del último curso contra la institución por no haberlos contratado antes y mantener a los semiprofesionales hasta hace un año. El desencuentro entre el conseller Gornés y el que ha sido jefe del servicio los tres últimos años, Joan Rosselló, con las críticas que no han tenido respuesta contribuyen a la tensión que rodea al colectivo. El Consell se quema con los bomberos.