Plantea hoy David Baret, con perspicaz sentido periodístico, que obtenemos informaciones de los medios de comunicación y las redes sociales, pero sin la certeza de que sean potables y cuáles serán sus efectos cuando sean imbebibles. O sea, al carecer de rigor y credibilidad.
Coincide esta reflexión con el acuerdo de la UIB para dejar de publicar en la red social «X» ante «la pérdida de reputación» de la red que «dificulta la difusión de información institucional». En estos tiempos líquidos y de tantas posverdades, o sea fake news que nos confunden, hay que escuchar a quien nos orienta con acierto.
Me refiero a la presidenta de la Asociación de Periodistas de Balears, Ángeles Durán, quien advirtió en el Ateneu que «la apertura de las redes sociales ofrece una oportunidad para acceder a la información y universalizarla, pero también implica un alto riesgo de desinformación y de falta de veracidad». Durán concluyó que «el periodismo, el buen periodismo, es el enemigo de la posverdad».
Aquí, amigo Baret, tienes la respuesta: ante la duda, periodismo, siempre buen periodismo que exige vocación, contraste, espíritu crítico, rigor y profesionalidad. También serenidad, ecuanimidad y responsabilidad ética. Con estos valores ejerció nuestra profesión Juan Carlos Ortego, que se va demasiado pronto y nos deja huérfanos de su magisterio y su destreza. En la luminosa homilía pronunciada por Llorenç Sales en la misa exequial por quien tanto aportó a «Es Diari», explicó que «los ojos del periodista siempre tienen una manera especial de mirar la realidad que le rodea». «Es la capacidad para formularse las preguntas clásicas al narrar una crónica, pero también la capacidad para descubrir el sentido profundo de las cosas», añadió.
Ortego, insobornable, supo mirar toda Menorca con estos ojos, consciente de que periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques; todo lo demás son relaciones públicas.