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Nota inicial:

Si usted comete la temeridad de leer este artículo y llega hasta su final, se encontrará con un juego. Si participa en él verá como, de pronto, se desmoronan todos los argumentos vertidos en el texto.                                                                    

Podrías hablar de infinidad de servidores del Estado (ese Estado que jamás es un solo hombre), pero te circunscribirás a los profesores o, mejor aún, a los maestros (término que siempre te pareció más bello que el primero), por la simple razón de que has ejercido como tal durante treinta y ocho años.

Los maestros se caracterizan por: haber cursado unos estudios que muchísimos difícilmente podían costearse (especialmente los alejados de ciudades universitarias). De ahí que fueran legión los que robaban horas al sueño para compatibilizar universidad y trabajos varios. Finalizada esta etapa jugaban a la oca, yendo de interinidad en interinidad mientras preparaban oposiciones. Si la interinidad implicaba cambio de ciudad o, peor aún, de isla, tenían que hacer frente a un segundo alquiler. ¿Su sueldo? Meramente digno. Cada principio de año tenían que elaborar una programación en la que debían figurar los siguientes ítems: temas a impartir, temporalización, recursos, metodología, sistemas de evaluación y recuperación y un largo etcétera. Cada noventa días se veían en la obligación de elaborar un informe en el que se analizaba, de forma muy pormenorizada, el éxito o el fracaso de lo hecho. En el segundo caso tenían que especificar las pertinentes medidas correctoras. Cuando se cerraba una evaluación, explicaban en documento escrito fácilmente comprobable los resultados habidos y su análisis. Y si se les ocurría comprar una de esas gomas de borrar Milán de toda la vida estaban obligados a presentar el oportuno recibo… Nunca miraban su reloj. Ejercían de maestros y, en ocasiones, de padres y de… Tenían claro que eran servidores. Dormían, eso sí, bien, excepción hecha de cuando aguardaban centenares de exámenes y trabajos por corregir. Si cometían un error lo admitían, pedían perdón y lo reparaban. Incluso podían salir a la calle sin escolta…

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Quien habla de maestros habla de médicos, de bomberos, de… No confundir maestro con funcionario oportunista dando clase.                                                           

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¿Quiere jugar ahora? Relea el artículo y cada vez que aparezca la palabra maestro cámbiela por ministro… De hacerlo comprobará como este artículo se desmorona y se muda en sarcasmo… Porque muchos de los ministros administran sobre lo que no saben, carecen de estudios, no entienden de oposiciones (en las elecciones suelen votarse siglas) pero sí de sillones y nóminas, no se sienten servidores, etc, etc… Por poner un único ejemplo clarificador… Un maestro conocerá una famosa frase de Pablo Iglesias, fundador del PSOE,  pero jamás la aplicaría… Un ministro, en cambio, probablemente la desconozca, pero, sin embargo, SÍ que la pondría/pone en práctica. A saber: «Este partido está en la legalidad mientras la legalidad le permita adquirir lo que necesita y fuera de la legalidad cuando ella no le permita realizar sus aspiraciones». Pues eso.

Por cierto, amigo lector, gracias por su colaboración…