Hace años, la RAE eliminó el acento diacrítico en la palabra ‘solo’, al entender que la diferencia entre el adjetivo (no acompañado) y el adverbio (únicamente) lo resuelve el contexto. Al cabo de poco apareció un titular en la prensa que decía así como «Tal coche se fabricará solo en tal sitio». Sin acento. La chanza salió automática. ¿El coche se fabricará a sí mismo, sin que ningún trabajador apriete tuerca ninguna? ¿O lo otro?
Dejar las ambigüedades en manos de la comprensión lectora del personal es, al menos, osado. Las recientes pruebas Iaqse demuestran que la competencia lingüística de los niños de la Isla va a menos. He ojeado las pruebas, y muchos adultos tampoco las pasarían. Las de segundo de ESO, al menos, serían una escabechina. Es evidente que la competencia lingüística del pueblo adulto no es una maravilla.
En las últimas semanas se ha escuchado el lema «Solo el pueblo salva al pueblo». El romanticismo que desprende en un contexto de frustración por la actuación de algunos dirigentes es muy atractivo, y más si se acompaña de imágenes de voluntarios en las calles devastadas. Pero, ¿el ‘solo’ es adverbio o es adjetivo?
Si es adverbio, hasta hace unos años con acento, significa que únicamente con la fuerza del pueblo podemos salvarnos, es decir, que si no existe el impulso civil por salir de una crisis, nada es posible. Argumento bonito y aceptable. Si el ‘solo’ es adjetivo, sin acento en la versión tradicional, quiere decir que el pueblo, sin ningún tipo de ayuda complementaria (sin hospitales ni bomberos), tiene capacidad suficiente para dar respuesta a situaciones de gran complejidad. Una evidente falsedad interesada para desprestigiar los servicios públicos y lo que los sustenta.
Saber leer más allá de juntar letras es clave para ser siempre crítico, que no es lo mismo que criticarlo todo. Los resultados de Iaqse merecen análisis y enmienda. Sin competencia lingüística, los demagogos deciden en qué asuntos pone el pueblo el acento.