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«Es la más voluminosa criatura del globo, la más formidable de todas las ballenas…» narró Melville en Moby Dick. Y una cosa llevó a la otra al ver la noticia que hablaba de ‘La Reserva Marina de Interés Pesquero’ de la Illa de l’Aire [Es Diari, 9/XI/2024], a la vez que el doctor Brotons, biólogo, especializado en cetáceos, presentaba una propuesta para crear un Área Marina Protegida, un «Área de cría de cachalote del Norte de Menorca». La imaginación en descosido albedrío enlazó al momento con dos monstruos marinos: Escila y Caribdis, cachalotes concebidos por la mitología griega, que vivían en las orillas opuestas de un canal del Mediterráneo. Mientras Escila, que surgía insociable en los acantilados, tenía doce patas y seis largos cuellos, y devoraba a quien osara acercarse, Caribdis tragaba gran cantidad de agua tres veces al día para vomitarla otras tantas veces, creando un tenebroso remolino que absorbía todo cuanto por allí pasaba. La leyenda identificó el lugar como el estrecho de Mesina, en el extremo sur de Italia, a un tiro de piedra como quien dice​de la Illa de l’Aire, que debió de ver a Ulises camino de Ítaca alejándose de sirenas alevosas. Más problemático resulta suponer que el bajel «Pequod» del capitán Ahab, apoyado en su pata de marfil, se desviara tanto de su derrota; como que el insumiso Jonás la bordeara cuando huyó en una nave con rumbo a Tarsis, según fuentes bíblicas…