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Hace tiempo que dejaste de creer en el Hombre, pero no en muchos hombres y mujeres. Puede que ese desencanto obedeciera al hecho de que el ser humano es el único animal que pone en riesgo su propio hábitat sin tener uno de recambio. ¿Qué otro ser vivo cometería tal temeridad? Esa falta de fe se acentúa cuando observas a esos cabrones que saquean casas y comercios en la Valencia sajada. O cuando compruebas como un machista, racista, inmerso en infinidad de procesos judiciales (incluido un golpe de estado a su propio país), grosero y sin alma accede a la presidencia de un país, de Estados Unidos… O cuando…

El triunfo de Trump no es incomprensible. Pero sí tristísimo. Comprensible porque su discurso no iba dirigido a la razón, ni al corazón, sino a las vísceras de los votantes. Su demérito mudado en «mérito» entrecomillado obedece a haber sabido sacar de millones de norteamericanos, con un    discurso ultra radical, el Hyde que llevaban dentro. Pocos votaron probablemente con el alma. Pocos con la mente. Muchísimos con la entrepierna. La Historia está repleta de casos parecidos. ¿Cómo, y en ejemplo extremo, pudo ganar unas elecciones Hitler? ¿Cómo tantos alemanes le apoyaron cuando el holocausto era innegable?

De lo de Trump te quedas con un ejemplo demoledor. Una mujer manifestaba en un informativo que había votado a ese personaje porque frenaría la inmigración. Lo confesaba una inmigrante regularizada. Una inmigrante que veía a sus paisanos, a sus hermanos, como enemigos. Vomitivo. Ese es el caldo de cultivo de Donald. Lo de esa mujer no es lamentablemente nuevo… Ya en el siglo XIV el escritor franciscano Francesc Eiximenis señaló que el peor enemigo de un payés era un payés que había dejado de serlo. Sus palabras cobran hoy desgarradora actualidad. De hecho tú mismo has conocido a personas humildes que, tras enriquecerse, se han apartado de sus amistades, de los ambientes que frecuentaban porque se avergonzaban ahora de su pasado, tras acceder a un presente aparentemente mejor, pero moralmente muy inferior.

¿Creer en el Hombre?

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Hiroshima, Nagasaki, Corea, Vietnam, Etiopía, Ucrania…

¿Creer en el Hombre?

Blas de Otero lo definió en un verso estremecedor: «Esto es ser hombre: horror a manos llenas.»

Tal vez os quede, como consuelo, recordar que la última criatura que salió de la Caja de Pandora no fue un mal, sino una criatura muy pequeña, pero luminosa: la esperanza. «Dejaste, sí,    de creer en el Hombre, pero no en muchos hombres y mujeres». Porque crees en esas gentes que se han desvivido para ayudar al hermano, pero no en algunos diputados valencianos; en los maestros, pero no en según qué funcionarios; en los médicos que observan un síntoma, pero no su reloj, etc… Y crees, sí, en los que contienen a sus Hyde, a sus monstruos particulares a la hora de votar o de lo que se tercie y, apartando sus vísceras,    saben escuchar la voz de algo llamado conciencia…