Me cachis. Si ya lo dice el refranero que «lo más castigado es la lengua» y con los tiempos modernos estos en los que vivimos hemos añadido «y la hemeroteca», que es donde se guardan todas las cosas que se han dicho a la espera de que alguien las recupere con fines más o menos maquiavélicos. Porque, aunque nos pese, nadie está libre de pecado, ni de pescado. Es lo que pasa cuando cada vez nos obsesionamos más en buscar una zoociedad perfecta, cuando los humanos somos de todo menos perfectos.
Y lo que te digo. Nadie está limpio. Está claro que las ‘cagadas’ están en distintos niveles, algunas se zambullen de lleno en lo ilegal mientras otras lo rozan o directamente ni se acercan y se quedan en pillerías de andar por casa. Afortunadamente no todos somos iguales, algunos son peor que otros y otros son mejores que los menos buenos, y es precisamente esa mezcla la que define nuestra sociedad en la que sobran tarados y taradas, y se echa en falta a más personas.
Tristemente está a la orden del día que la persona visible de turno resulte ser un gazapo de lo que debería ser. Que alguien con una evidente responsabilidad social juegue a dos caras eligiendo cuál le va mejor mostrar dependiendo de la situación. Y estos días se ha visto el enésimo ejemplo.
Y claro, luego pasa que la lengua te traiciona, acompañada de la traición a principios básicos que van ligados con nuestra sociedad. Porque se te llena la boca diciendo que eres mejor que o que aparentas ser superior que quién y resulta que no, que eres un miserable. O un presunto miserable, por si alguien se pone tiquismiquis.
Creo que nos iría mejor si en lugar de centrar nuestros esfuerzos y energías en querer aparentar algo que no somos, optásemos por enfocarlos hacia lograr cosas mejores, sumar victorias, aunque sean pequeñas, para hacer del mundo un lugar mejor o, como mínimo, un lugar menos peor.
Y no, no se trata de un cabeza de turno. Ha resultado que él era lo que desde su equipo denunciaban. Ahora falta saber desde cuándo se sabía y por qué lo han escondido, traicionando a los que son, en teoría, sus principios. ¿Dónde queda ahora su discurso y su moralidad?
Supongo que será camaleónica, cambiará según dependa. Porque lo que ha pasado, al margen de la desgracia personal, es un duro golpe a la moralidad de los que llevan años presumiéndose moralmente superiores. Y ahora resulta que la defensa del Feminismo, la suya al menos, va a la carta.
Pero ya lo decía el genio de las palabras: «Estos son mis principios y si no les gustan, tengo otros».