La furibunda reacción de los hoteleros a la previsión de incremento de la ecotasa y del canon del agua, además de la circunspección frente al alquiler turístico, desarrollados por la presidenta del Govern, Marga Prohens, quizá sea lo más destacable del debate de política general de esta semana en el Parlament. Al margen, claro está, de los anuncios propios de una sesión de tales características como el del tren a Llucmajor. La Federación Hotelera de Mallorca se ha quejado de la «falta de valentía» del Govern y su frustración «por su escasa ambición», lo cual del alguna manera desarma el discurso del portavoz sanchista, Iago Negueruela, en el sentido de que Prohens gobierna para los poderosos. Al menos le reconoce una circunstancia, gobernar, que no concurre en el caso de su líder máximo, Pedro Sánchez, que a medida que pasan las semanas evidencia la parálisis parlamentaria y su incapacidad de sacar adelante cualquier iniciativa.
Tanto Prohens como Sánchez necesitan los presupuestos para intentar desarrollar sus pretensiones y es difícil a estas alturas determinar quién va a topar con las mayores dificultades, si bien la presidenta de Balears parte con cierta ventaja dado que, en caso de urgencia, no sería tan embarazosa la prórroga presupuestaria. Vox ya ha anticipado a Marga Prohens que habrá que recuperar algunas de sus propuestas más polémicas -oficina lingüística contra el catalán, pin parental, segregación escolar en función del idioma, entre otras- a expensas, en cualquier caso, de lo que ordene Abascal. Y será de ver qué puede suceder con Vox si las instrucciones de Madrid no son compartidas por lo que queda de su grupo parlamentario. La ruptura con Vox no tiene vuelta atrás, decía hace unas semanas Marga Prohens. A ver.
Por lo que se refiere a los Presupuestos Generales del Estado, Gabriel Rufián, socio del sanchismo, ha descrito el escenario parlamentario: empezamos de cero; es decir, tanto un nuevo techo de gasto –el primero fue rechazado por los aliados de Sánchez en junio– y el proyecto de presupuestos han de pasar por las horcas caudinas de la veintena de partidos, quince en el totum revolutum de Sumar, que apoyaron la investidura presidencial. Y todos van a exigir más, aunque se trate de cuestiones que nada tienen que ver con los dineros públicos, como las comisiones de investigación parlamentaria con las que los independentistas ambicionan desacreditar los servicios de inteligencia. Y dinero, mucho dinero. Todos, sin excepción.
Y ahí estamos ante una nueva oportunidad del diputado de Sumar / Més, Vicenç Vidal, que, con una mal disimulada petulancia, se auto erigió en la única voz de Balears en el Parlamento por vez primera en la historia. Dejó pasar la ocasión de poner precio a su voto en la investidura de Sánchez, plegándose a los preceptos del partido de Yolanda Díaz. Y con la negociación presupuestaria nada lleva a pensar que vaya a actuar de manera distinta. La supuesta voz de Balears silenciada por Sumar, hay que pensar que con el beneplácito del muy nacionalista Més. En resumidas cuentas, Pedro Sánchez solo está en manos de Puigdemont que no garantiza su apoyo a unas nuevas cuentas públicas, so pena de nueva prórroga o, impensable, elecciones. La fábrica de ficciones de La Moncloa tendrá que esmerarse.