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Los problemas de salud mental representan la epidemia del siglo XXI, según dicen muchos expertos. La covid quizás los incrementó, pero sobre todo mostró nuestras debilidades y los riesgos de perder salud en nuestra capacidad mental. El próximo jueves es el día mundial sobre esta problemática, que a menudo se entiende como algo abstracto, que genera estigma social y que por eso se muestra poco.
Uno de los síntomas es el incremento de los suicidios. Pese a que se habla más que antes, la labor de prevención sigue siendo un reto pendiente. Se han abierto líneas de apoyo emocional y se pide la colaboración social para detectar actitudes suicidas, pero aunque se hable más que antes de esta problemática, el número de personas que se quitan la vida no para de crecer. Es un síntoma de una sociedad que excluye a los más débiles, aunque aparente ser cada vez más solidaria.

Los intentos de quienes quieren dejar de vivir se han incrementado de forma considerable, según el coordinador autonómico de salud mental. Las estadísticas difícilmente pueden ser exactas, pero en Balears se suicidan unas 100 personas al año. Muchas otras lo intentan. Es quizás la punta de lanza de la pérdida de salud mental del conjunto de la sociedad.

Por otra parte, el 17 por ciento de los residentes en las Islas toman psicofármacos.

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Posiblemente, el problema supere la simple cuestión de la dotación de medios. La incorporación de psicólogos en los centros escolares es un paso positivo. Incrementar los equipos de psiquiatría también es necesario.

Las causas son tan diversas que resulta complicado mejorar resultados en la prevención.

En Estados Unidos, donde se avanzan las tendencias, muchos contaban con un psicólogo de cabecera, que después pasó a ser un psiquiatra y ahora recurren a un filósofo. Porque más allá de explicar la causas de una muerte voluntaria, es importante ayudar a descubrir los motivos para vivir.