Qué tiempos estos en que decir en voz alta lo obvio se convierte en escándalo. Sí, me refiero a la reflexión de la ministra de Defensa, Margarita Robles, durante un acto privado, la presentación de una novela, que va de dictaduras y totalitarismos. Margarita Robles, durante su intervención, se refirió no solo a lo que sucedió en el pasado sino al presente, y ahí mencionó a Putin invadiendo Ucrania, a la violencia que los talibanes llevan a cabo contra las mujeres en Afganistán, además de recordar a los ciudadanos de Venezuela que han tenido que salir de su país precisamente por la dictadura en que viven. De manera que me pregunto cómo es posible que haya quienes consideren escandalosa está reflexión que también es la de José Borrell, representante de la política exterior de la Unión Europea.
Que el régimen de Nicolas Maduro no es democrático es una evidencia puesto que persigue, tortura y encarcela a quienes se le oponen. Si eso no es una dictadura ya me explicarán qué es. De manera que este «escándalo» me lleva a preguntarme qué se le debe a Nicolás Maduro para no poder decir en voz alta que en Venezuela no hay democracia. ¿Intereses económicos? ¿Intereses políticos? ¿De quién o de quienes? ¡Ay Rodríguez Zapatero! que parece ser el zascandil de todas las salsas venezolanas. Segunda pregunta: ¿Hay que callar ante las dictaduras para no molestar a los dictadores por si adoptan represalias? ¿Eso es ético? Sé que la política exterior, de todos los países y organismos internacionales, se ha hecho en el pasado, al igual que en el presente, con enormes dosis de cinismo puesto que no a todos los «dictadores» se les trata y califica de la misma manera sino en función de intereses determinados. Por eso, por no hablar alto y claro a la hora de defender los Derechos Humanos y la democracia, es por lo que los regímenes autocráticos y totalitarios duran en el tiempo. Algunas voces oficiales y oficiosas defienden que darnos por enterados de lo evidente, que el régimen de Maduro es una dictadura, no va a ayudar a los venezolanos. No estoy de acuerdo. En mi opinión, callar, lo que supone es dejarles solos, y que sigan sometidos a violaciones de los Derechos Humanos.
Me voy a permitir recordar algo que sucedió en septiembre de 1975 cuando Olof Palme, Primer Ministro de Suecia, salió a la calle con una hucha y un cartel en el que rezaba «para la libertad de los españoles». Se trataba de recoger fondos para ayudar a los partidos de oposición en España. No, no creo que Pedro Sánchez vaya a imitar a Palme, ni falta que hace, pero sí creo que nuestro país es hoy una democracia, donde se puede decir en voz alta lo evidente. Y lo evidente es que Venezuela vive bajo la bota de la dictadura. La anomalía es que se reproche a la ministra Margarita Robles que haya dicho en voz alta lo que todos sabemos.