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El espíritu está ubicado en la mente, oyéndose sutilmente, a modo de una segunda conciencia, sus consejos sobre nuestras interioridades antes de reconvertirlas en actos.

Una parte de la humanidad se relaciona con él por su creencia. Otra, aunque desentendida de cualquier religiosidad, también lo sintoniza, escucha su silencio y conversa con él. Una tercera parte prefiere no pensar en un asunto, inescrutable, aunque ciertamente lo sondea. La cuarta supone que el «eco» proviene de conjeturas absurdas, disparatadas, de supuestos tóxicos como los religiosos.

Las cuatro partes entienden que tal argumento es inverosímil y por esto creen a medias o un cuarto o no creen…, aunque, desde un prisma objetivo, si lo examinamos detenidamente, tal inverosimilitud no hace sino certificar su autenticidad… Porque convendrá conmigo que si usted no hubiera visto, por ejemplo, un cuerpo humano y le explicaran sus infinitas revueltas, de seguro expondría ser absolutamente imposible tal proceso. Lo mismo acontecería con los jugueteos imposibles de la masa cerebral o de cualquier otro portento de los trillones que vemos, si abrimos los ojos y escrutamos alrededor nuestro. En síntesis, solo un hecho o un sistema inverosímil puede concordar con el sistema universal.

Suponemos sin embargo que, por inverosímil, es utópico y lo dejamos correr… De todos modos el credo no es necesario. Porque muchísimo mejor es no creer y amar, que creer y no amar, tal y como acontece en tantas ocasiones, lo mismo que no son obligatorios los rezos o la adoración a un Ser superior sino el cumplimiento de los deberes amorosos… Sin embargo es conveniente escuchar al espíritu para desvelar cuáles son éstos. ¡Pero tememos conversar con nuestro otro yo!, ... ya que nos veríamos en la imperiosa necesidad de hacer lo que debemos en vez de lo que queremos o lo que podemos.

Es difícil contentar al unísono el sentimiento universal y el terrenal por ser ambos en muchos casos contradictorios ya que uno busca el deber y el otro, el placer. Escoger uno de los dos es el interesante juego que nos plantea la existencia. Y no es aconsejable elegir una opción terrenal en vez de la universal, como no puede elegir por ejemplo España un programa específico por pertenecer a la Comunidad europea.

En el periodo de la juventud todas nuestras ansias se suelen centrar en el sentimiento terrenal, acuciados por remediar problemas tan graves como los traumas y los complejos, por lo que nuestro adiestramiento es eminentemente terrestre y si se tienen problemas está el psicólogo para solventarlos, pero más adelante, una vez resueltos, los problemas suelen ser existencialistas, provienen más bien del sentimiento universal, y no se debería visitar a un psicólogo sino a un sentimentólogo, profesión todavía inexistente, aunque no me cabe duda alguna que dentro de algunos años la habrá.