TW

Pues parece que el presidente del Gobierno, tras una temporada entregado a la redacción de cartas melancólicas y a la vista de su escaso éxito, perdió finalmente la paciencia y lanzó un ultimátum al PP para la renovación del Poder Judicial. Esto en principio es acorde con la técnica del ultimátum, ya que como su nombre indica, un ultimátum es una demanda final tras una larga serie de peticiones desatendidas. Se trata de una resolución definitiva (ojo a la palabra definitiva) que establece un periodo de tiempo para que se cumpla determinada exigencia, pues de lo contrario… Y ahí está el primer problema técnico del ultimátum presidencial, pues para respaldar un ultimátum y que sea operativo, se debe añadir a la conminación final una amenaza seria y creíble a la conclusión del plazo, ya que de lo contrario el receptor del mismo se desternilla, y luego se crece, se viene arriba. «Mira lo que hago con tu ultimátum», desafía.

Noticias relacionadas

Cualquiera puede lanzar un ultimátum, y hay gente muy aficionada, pero otra cosa es que funcionen, porque la técnica del ultimátum es muy estricta, y si te saltas algún requisito se queda en nada. Sé lo que digo porque yo mismo me lanzo muchos a mí mismo en mi fuero interno, y jamás hice caso de ninguno. Un ultimátum es cuestión de hechos, y no se parece en nada a la redacción de cartas, donde se puede dar rienda suelta a los sentimientos, que es precisamente lo que sobra en los ultimátums. Veamos. Un buen ultimátum definitivo, siempre tras una larga serie de peticiones rechazadas (cinco años de Poder Judicial fuera de la ley), debe sin embargo ser imprevisto, condición que cumple el del presidente, y ofrecer un plazo exacto, lo que también se cumple. Pero entonces llegamos a la amenaza, que es el cogollo del ultimátum. «O haces esto en 15 días, o…». En esa segunda está la clave. Porque una ley que rebaje los poderes de los jueces, además de poco verosímil, no amenaza al receptor del ultimátum, que es el PP, sino a los jueces, que ya se han enojado mucho. He aquí un raro ultimátum indirecto, tangencial por así decir.

Ignoramos qué pasará, pues no sabemos nada de leyes. Pero de ultimátums sí, y este tiene fallos técnicos. Se parece a un desahogo, un exabrupto. Como cuando alguien masculla «Se acabó, a la mierda…». Como una carta, sí.