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Hace unos días, viajé a Graz (Austria) para asistir a la celebración del 75 aniversario del Consejo de Europa (CoE). Esta organización intergubernamental de la que forman parte 46 Estados europeos, fue fundada por el Tratado de Londres de 5 de mayo de 1949.

La idea surgió del Movimiento Europeo el año anterior, durante el congreso de la Haya que presidió Winston Churchill junto con el socialista Paul Ramadier, antiguo primer ministro francés; su homólogo belga, el democristiano Paul Van Zeeland; y el español Salvador de Madariaga, ministro y embajador durante la Segunda República, exiliado en Oxford y, entonces, presidente de la Internacional Liberal. Desde allí, las grandes familias políticas de las democracias europeas de la postguerra hicieron un llamamiento conjunto a la ciudadanía europea para reconstruir Europa en base a los principios de libertad y democracia, y propusieron la creación del CoE.

En la conmemoración, que se celebró en la Antigua Universidad de Graz, la secretaria general del CoE, Marija Pejcinovic, destacó los principales ejes de trabajo de la organización: los derechos humanos, la democracia, y el Estado de derecho, sus fines: lograr una unión más estrecha entre sus miembros, salvaguardar y promover los principios y valores que constituyen el patrimonio común, y favorecer el progreso económico y social de los países que lo conforman; y puso en valor los logros alcanzados en estos 75 años.

Se había elegido la ciudad de Graz para estos actos, porque en ella está ubicado el Centro Europeo de Lenguas Modernas del Consejo de Europa, una institución para impulsar la excelencia y la innovación en la enseñanza de lenguas y ayudar a la ciudadanía europea a aprenderlas de forma más eficaz.
Visitamos el centro de la mano de su directora ejecutiva, la escocesa Sarah Breslin, y pudimos comprobar que está idealmente equipado y que es pionero en la enseñanza y aprendizaje de idiomas. Nos explicó que su objetivo es dar un cambio a la educación lingüística en toda Europa, defendió enfoques diferenciados según las necesidades de los alumnos y su contexto lingüístico, y puso en valor su metodología que consiste en aprender aprovechando la riqueza que aporta la variedad lingüística del alumnado lo que, a su vez, sitúa los derechos de ciudadanía, la democrática y los derechos humanos en el centro del aprendizaje y promueve la diversidad lingüística y cultural en la búsqueda de una educación de calidad.

Nos regalaron el libro «El más divertido», y único libro de chistes multilingües publicado el pasado 26 de septiembre, el Día Europeo de las Lenguas. Lo abrí, y encontré algunos en catalán. Recordé entonces que Andorra, donde la lengua catalana es la oficial, es miembro del Consejo de Europa.