En plena Semana Santa, el Ministerio de Defensa pretendió limitar el uso del puerto de Maó por la Alianza Atlántica a escalas puntuales de las flotas que pertenecen al pacto de la OTAN.
El Gobierno de Pedro Sánchez afirmó que «no existe previsión alguna de que el territorio balear asuma ser base naval de la organización, más allá de su papel actual como puerto puntual de escala para las flotas permanentes de la Alianza». Pero la realidad es otra, porque desde hace años Menorca se ha consolidado como el enclave estratégico para los buques de la OTAN en el Mediterráneo occidental.
De hecho, el puerto de Maó y las aguas que rodean la Isla han acogido numerosos ejercicios y entrenamientos navales. Como ya se llevó a cabo en 2019 y 2020, a finales de abril doce buques de guerra de varios países de la OTAN vinieron a Menorca para participar en un ejercicio antiminas cuya responsabilidad organizativa y logística recayó en la Armada Española. El puerto de Maó es, ha sido y seguirá siendo estación clave de la OTAN.
Pero mucho antes, la rada mahonesa ha acogido numerosas escuadras. Antes que España, el gran puerto ha sido utilizado por británicos, franceses, norteamericanos, italianos e incluso rusos. Además, Maó fue la primera base naval utilizada por Estados Unidos en el extranjero, desde 1825 a 1845.
Durante el invierno de 1820 coincidieron en Maó buques de las armadas de los Países Bajos, Estados Unidos, Gran Bretaña y España. A partir de 1841 se imponen restricciones, pero los atractivos y la capacidad de refugio, avituallamiento y protección que ofrece el fiordo mahonés, como ha sido definido su puerto, junto con las instalaciones del Lazareto dieron fama a Maó como base naval segura.
Este puerto, que ha definido y configurado en gran manera la historia de Menorca desde hace siglos, continúa desempeñando un papel nuclear en la defensa naval de España.